
Ha pasado los 40 y por primera vez “le he dicho a alguien te quiero”.
¿Cómo fue ese primer te quiero?. Le pregunté.
Luego cuando me he quedado solo en la butaca miraba la que hasta hacía unos minutos había sido ocupada por ella. Pensaba en el paso que había dado, cuánto de importante era para ella, en lo mucho que había trabajado pero luego mientras tomaba notas de la sesión para no olvidarme de nada significativo pensaba en todo lo que había sucedido para que hasta ese momento nunca hubiera pronunciado un te quiero sentido y verdadero.
Lo sucedido tiene forma de invalidación de emociones, de un preocuparse más porque no le faltara nada que se pudiera comprar, un tras otro no saber disculparse “porque soy así y es lo que es”, un no querer reconocer límites ajenos ni necesidades más allá de las propias, un “pues yo más” cada vez que entre angustia conseguía sacar la cabeza y sobresalir, un “ya estás tumbada en el sofá en lugar de hacer cosas productivas”, un “no vayas a ser tan puta como esa con la que vas” y tantas veces que le daban la espalda porque no sabían qué hacer cuando lloraba y se sentía mal.
Ha tenido que pasar los 40 para aprender a mirarse sin verse reflejada en nadie, incluso alejarse de aquellos que la “quieren mal” aunque les debe la vida, otros que decían te quiero con la mano levantada para acabar corriendo de los que la forzaban a abrirse de piernas. Ha tenido que pasar de los 40 para darse cuenta que te pueden querer (y querer bonito) aunque esté aprendiendo a quererse ella.
Más de 40 para entender que no había hecho nada malo para merecer todo eso ni para que la vida le pusiera un maltratador “a su vera”. Algunos más de 40 para que la abracen y se sienta en calma, para escuchar sus latidos y querer respirar la seguridad que le ahora sí le dan ellos.
¿Y si ahora es tarde Jorge?
Tarde… cómo alguien que ha pasado por todo eso puede pensar que es tarde? Cuánto debe haber sufrido para no poder lanzarse a ciegas a lo que tiene por delante. Cómo nos cuesta ver la luz cuando llevamos tanto tiempo en la oscuridad y cuánto nos pesa vivir en un mundo donde somos un montón de ceros a la izquierda.
Es ahora cuando se siente aceptada como es, ahora que empezaba a aceptar que sabía vivir sola y amanece acompañada, acompañada con mayúsculas. Ahora que había aceptado que nadie la escribía recibe un buenos días cariño y un corazón de buena noches. Ahora que se siente respetada y que es capaz de decidir cuándo le apetece y cuándo se deja buscar. Ahora que le he dicho que valore si el proceso debe acabar aquí.
¿Lo crees? ¿ Crees que no tengo más para trabajar?
Creo que aquello que buscabas, necesitabas y te trajo aquí lo has encontrado y sabes cómo y qué sitio quieres que tenga en tu vida. Si tienes más “cosas” a trabajar tendrás que decidirlo tú y si eso fuera así decidir si quieres trabajarlo en terapia, conmigo o si en el camino hasta aquí has aprendido a seguir tú sola.
Has crecido suficiente para mostrar tu corazón, empezar lo que hasta este momento no te atrevías y confiar en lo que viene.
Te invito a que mires tu mochila, esa que no recordabas ya que existía, la misma que has ido vaciando y soltando lastres… sigue regalándote la oportunidad de llenarla, sin prisas, sin miedos, a tu tempo, con momentos, sola o con él… de aquello que no solo no te pese sino que te de alas. Vive, vuela.
Más de 40 y lo bonito cuesta pero cuando se cree y lo sientes se construye, se transforma y te transforma. Llegaste con una losa de 40 y sales con 40 millones de ganas de vivir, de querer y ser querida como deseas, como quieres y como te mereces.
Ojalá que también tengas 40 te quiero cada día.
Te lo mereces.
Te esperan. Nunca más será tarde.
Gracias por dejarme ser parte del camino. Yo me quedo aquí….

Jorge Juan García Insua