
Le he ofrecido un espejo. Se lo he puesto delante y no quería mirarlo y bajaba la cabeza en la butaca.
No he insistido. He dado un paso al lado y poco a poco ha respirado hondo y se ha incorporado hasta ponerse delante.
– Buffff… qué miedo. No sé qué decirme… ahora así… No sé por dónde empezar, qué me digo?
Me tiemblan las piernas…
– Prueba a escuchar -le he dicho
– Escuchar… escuchar… a un espejo… buffff
– Es solo un espejo?
– No, no es solo un espejo
– Y si no es solo un espejo qué es eso que hace que tus piernas tiemblen?
– Vaya mierda Jorge, joder! Soy yo, yo… no ves? Por eso no me miro en los espejo.
– Qué es eso que debo ver y que estás viendo?
– Soy una fracasada. Una fracasada que lleva la vida haciendo lo que se supone que debía hacer y aquí estoy. Pérdida. Hundida. Cómo me decías? Sin querer tocar suelo, sin querer reconocer que estoy en la mierda. Y por qué? Porque no lo conseguiré, porque vivo en un castillo de cartas, de naipes… yo ahí viendo como mantenerlo para que nadie se de cuenta… qué absurdo verdad? Qué ridícula! Y me rompo y lloro, lloro porque me veo, veo que no me llevo nada salvo… una mierda… y qué vendrá? Otra mierda…
(Respira profundamente y se seca las lágrimas)
– Y se supone que debo pasar página y seguir…
Pero seguir hacia dónde? Seguir cómo? Y si no sé? Y si solo sé hacerlo mal? Y si nunca paso página? Y si siempre ha de ser así? Y si ésta es mi vida? Y si sólo sé decidir mal?
No aprendo, lo siento.
– A mi no… sigue mirándote. Dítelo a ti.
– (Llorando). Lo siento, lo siento.
La abrazo… le doy espacio y me pongo tras el espejo. Sigue…
– Lo siento. Me matan los días que pasan y sigo en el mismo sitio, me mata esperar a que otros den el paso, que me digan el qué, que me hagan perder el tiempo… qué fácil culpar a todos, culparles de no entenderme, de hacerme daño y no querer ver el daño que me hacía a mí…
Hay sesiones donde el futuro explota y desaparece entre los trozos del presente. Donde llegamos pensando que el futuro está lleno de rencor y olvidos y vamos aprendiendo que un olvido que sigue doliendo no es un recuerdo sino una cicatriz.
Idealizamos al tiempo, le damos la capacidad de darnos la oportunidad de ganar, de volver a tener y mientras pasa no dejamos de perder. Nos engañamos diciéndonos que todavía somos niños y que la vida pasa y que siempre volverá a pasar a nuestro lado, que aún no es el momento de que pase algo y sin pasar nos pasa la vida.
Y cuando lo ponemos delante, cuando nos escuchamos y el espejo nos refleja y dice que siempre es el momento para que pase algo. Qué poder el del espejo… pensamos que nos dejan vernos por fuera y si nos lo permitimos reflejan lo que llevamos dentro.
Todos los tocar fondo son un se acaba y van acompañados de un lo siento, de un “tiempo perdido” ganado a un futuro con sabor a perder. Todos los tocar fondo son la oportunidad de ser el espejo donde nos queremos ver.
Jorge Juan Garcia Insua