
Caminábamos los tres de la mano y P no paraba de explicar cómo iba a conducir el camión cuando fuera bombero… y entre explicaciones y risas J me soltó la pregunta-bomba… papá, ¿y de grande que querías ser tú de pequeño?
– Artísta! – le contesté mientras me arrodillaba para quedar a su altura. Cuando era un poco más grande que tú quería ser artista y pintar!
Recuerdo el día que le dije a mi padre que quería pintar, que mi deseo era licenciarme en Bellas Artes y que esa sería mi primera opción al elegir universidad, luego Psicología y finalmente Magisterio o Derecho. Había llegado de entrenar y cenaba en el comedor, él estaba sentado enfrente mío y comenté que en clase nos habían comentado que fuéramos pensando qué opciones nos interesaban más para orientarnos y elegir asignaturas. Aún recuerdo la cara de mi padre cuando le dije que quería pintar, dibujar, quizás diseño gráfico… Se quedó pensativo con la mirada perdida, se tocó la barbilla, se puso bien las gafas y me dijo…¿Pero de eso se come hijo?
–No lo sé papá, espero que sí pero bueno… aunque no fuera así no me importaría estar dibujando en las Ramblas… -le dije sin mesurar mis palabras. Haré Bellas Artes y veré a qué puedo dedicarme relacionado con el dibujo o la pintura.
Aunque no acababa de ver ni de lejos qué oportunidades de futuro tendría el arte para su hijo mediano, supongo que tampoco le acabó de convencer lo de ser psicólogo. Así que aquella noche me animó y me mostró todo su apoyo decidiera lo que decidiera…. Ahora con la distancia creo que tuvo que ser una noche larga para él, seguro que le preocupó mi futuro y en cambio siempre fue el primero en apoyarme y estar a mi lado.
El caso es que a la edad de mis hijos no me gustaba pintar, siempre pensaba que lo hacía muy mal y me sentía muy inseguro con un lápiz entre las manos. Le pedía a José, mi hermano mayor, que me ayudara y el pobre se fue más de una noche muy tarde a dormir para hacerme bocetos que luego yo repasaba, coloreaba y presentaba como míos. Llegó la noche que no le pedí a mi hermano el primer boceto y dibujé yo desde el primer trazo, dejando que con la práctica mi imaginación se perdiera entre dibujos de cómics, seres sobrenaturales, tiburones y ángeles.
Con 15 años y estudiando BUP en el Colegio Ntra Sra de la Esperanza (hoy Escola Arrels Esperanca) de Badalona tuve una maravillosa profesora de Dibujo técnico y Diseño, Carmen, que lo cambió todo. Un día nos mandó un ejercicio de dibujo técnico y no sé por qué lo hice pero no lo entregué sólo a rotting, se me ocurrió pintarlo, llenarlo de formas y colores expresivos, de contrastes y cuerpos… y lo entregué escondido entre los de mis compañeros. Pensaba que me suspendería pero en lugar de eso se sentó conmigo y me dijo que era el mejor trabajo que había recibido hacía mucho mucho mucho tiempo, tanto que no había querido poner el 10 para no “estropearlo” y que si me parecía bien quería que se lo firmara por detrás porque algún día… “algún día te reconocerán por el artista que llevas dentro”… sólo acerté a coger un boli, girar la lámina y ponerle “Con todo el cariño del mundo para mi profesora Carmen… Coke”. Sonrió y me susurró… “Coke, lo que diferencia al artista no es su habilidad para dibujar sino la forma en que ve el mundo. Y tú lo ves y lo dibujas de una forma muy especial”.

Aquella frase me cambió. Todavía me remueve y emociona recordarla hoy… Su confianza ciega en las capacidades de aquel adolescente de camisas imposibles me llevó a trabajar y experimentar con técnicas y a pasar horas y horas entre folios, cuartillas, pinturas, acuarelas y telas …. Y era yo el que dibujaba bocetos para mis compañeros…
Y ser acercó el día de pasar la prueba en la facultad de Bellas Artes. Iba con todo a medio preparar, los meses de hospital, la recuperación y la selectividad no me habían dejado mucho margen… llevaba avanzada la parte libre del primer día y nada del bodegón obligatorio del segundo. Escuchar mi apellido y entrar en un sala repleta de caballetes con los nombres de los aspirantes universitarios… cómo disfruté aquellos dos días. Cuántos sueños, pasión y emoción entre cuatro paredes. Desaparecieron los nervios y me abandoné al ejercicio. El primer día fui el último en abandonar el aula, miraba mi dibujo entre todas aquellas obras y me sentía especial por formar parte de aquello, fuera lo que fuera.
El segundo recuerdo como nos destaparon el bodegón, 8 horas de libertad creativa para plasmarlo. Lo dibujé de todas las formas posibles y cada vez que lo dibujaba lo hacía con más movimiento… la mesa se elevaba, la silla caminaba, la cesta levitaba, el suelo se retrocía… mi bodegón tendría vida! Aquella tarde sentado en el metro estaba feliz, muy feliz.
A los 15 días estaban las notas expuestas en la Facultad. Me desperté muy temprano, nervioso… al llegar busqué mi nombre, mis apellidos… busqué, busqué…. Y no me encontré. No estaba ni por la G ni por ninguna otra letra del abecedario. Como si no hubiera estado allí dos días. Desesperado fui a Secretaría y solo me dijeron que habría habido algún error en la valoración de las obras o a la hora de elaborar los listados… una instancia y quince días de espera…
Y lo rocambolesco se hizo sitio. Superé la prueba con muy buena nota en ambas pruebas pero alguien se equivocó al elaborar las listas y se olvidó de mí. Las listas ya habían sido publicadas, las plazas asignadas y no se podía aceptar una persona más. Tenía plaza segura… al año siguiente. Me rompí. Salí de la Facultad abatido y sin recoger “mis obras”.

No lo podía entender… sentía que no me lo merecía. Todos los meses con la vida pendiente de un hilo, todas las horas de esfuerzo, tantas horas de sueño robado, tantas personas a quienes les debía tanto… Dejé de dibujar y pintar y sólo en algunos momentos de mi vida me he reencontrado con la inspiración y la necesidad de expresarme y sentir a través del dibujo, siempre por algún motivo muy especial y mucho que decir.
La vida te da y te quita. En mis años de “artisteo” me puso a mi hermano, me regaló a Carmen, a Alba, increíbles compañeros y profesores, puso mi cuenta kilómetros a cero para después obligarme a parar y darme el regalo envenenado de hacerme pensar qué significaba todo esto en mi vida. El dibujo no era el fin, sólo un paso necesario para crecer y saber cómo recorrer parte del camino que estaba por venir.

Aquellos pasos estuvieron llenos de momentos increíbles que con los años han cogido sentido y he vivido momentos donde el dibujo y mis viejos lápices me han ayudado a expresarme, a sentir, a amar y a entender el mundo y mis relaciones… ya me lo había dicho mi querida profesora Carmen, pero era demasiado joven para entenderlo.
Hoy con la perspectiva que me da el tiempo y las ya abundantes canas pienso que tal vez sólo eran los pasos necesarios para convertirme en Pcador y estar para mi hermana. Y ahí quiero seguir… El círculo entre hermanos así está completo. En la vida nunca se te da nada que no puedas hacer ni te quita nada sin lo que no puedas vivir…
Papá… a día de hoy sigo sin utilizar mi plaza en Bellas Artes… pero no sufras, a este camino todavía le quedan muchos trazos y sé que haga lo que haga te tendré a mi lado.
Jorge Juan García Insua
*El dibujo es uno de los primeros bocetos que preparé para la parte libre de la prueba de acceso a Bellas Artes. El resto son dibujos realizados a lo largo de los años.