Hace semanas me habían pedido peluches… me decían que echaban de menos tener peluches…
Días antes de Reyes me encontré con una tienda de productos de segunda mano con un expositor en la puerta lleno de peluches, algunos de ellos enormes, sucios y en un estado algo lamentable y me llamó la atención el precio… el más caro 2€. Entre toda aquella montaña de muñecos rápidamente dos me llamaron la atención porque instantáneamente los asocié con mis hijos: una enorme cría de tiranosaurus rex amarilla y un simpático y redondo pingüino que había perdido su sonido que cogí y llevé al mostrador.
Cuando la dependienta me miró le pregunté…
- Perdone, me ha llamado la atención el precio para lo grandes que son?
- Y si te llevas los dos te los dejo en 3€… sabes qué pasa, ya nadie quiere peluches si no están en estado perfecto. Aunque los regalara me costaría venderlos, por eso los he apilado en la puerta. Seguro que todos tienen historias de niños detrás… pero en el fondo a las personas nos pasa lo mismo, nos fijamos en la apariencia, en lo superficial…
Salí de la tienda con mis dos peluches y aquella tarde y tras buscar fórmulas imaginativas para meterlos en la lavadora me dediqué a limpiarlos y los guardé pensando en cómo dárselos. El día de Reyes se los encontraron limpios y todavía maltrechos sobre su cama… y para mi sorpresa fue el regalo al que más atención prestaron. A día de hoy aún no se han separado de ellos.
Ayer mientras volvíamos a casa del cole J me decía que tenía ganas de abrazar a su nuevo amigo y P me preguntó cómo que los Reyes les habían dado esa sorpresa. Les expliqué que los Reyes me habían dicho que les traerían un peluche, un peluche especial porque había visto muchos muy bonitos pero algo rotos y sucios o que ya no funcionaban bien que ningún niño quería, y por eso estaban tristes esperando que quisieran jugar con ellos. Así que pensaron en P y J para que esos peluches volvieran a ser peluches felices, a pesar de que ya no estuvieran tan nuevos y bonitos como habían estado hacía tiempo.
Ver al llegar a casa sus caras de ternura y cómo iban abrazando cada vez más fuerte sus nuevos amigos mientras los acariciaban me llenó de orgullo y de emoción contenida.
- Nosotros los cuidaremos -dijo J
- Sí papá, a nosotros no nos importa que ya no hablen o estén un poquito rotos, queremos que sean felices con nosotros – añadió P
Y les dieron a sus nuevos compañeros de aventuras un largo y sentido beso.
Por la noche y tras estar ellos arreglados quisieron hacer lo mismo con sus peluches… simularon ducharlos, les secaron el pelo, los cepillaron bien, les pusieron un poquito de colonia, les lavaron los dientes (con mi cepillo), arreglamos como pudimos unos hilos de la nariz del pingüino, cosimos una pezuña maltrecha del dino y le pegamos bien el ojo derecho… y de madrugada me he dado cuenta que en la cama no estaba solo… estaban también P, J, Pingüin y Dino.
Bienvenidos a la familia.
Aquella tarde en la tienda me removieron las palabras de la dependienta y no lo entendí, esta noche todo tuvo sentido y sentí que todavía queda esperanza y que los que vienen por detrás nuestro conseguirán cambios que nosotros no hemos sido todavía capaces de hacer. Aquella tarde pensé que iba a enseñarles yo, esta noche me han enseñado ellos… y no os imagináis como os quiero por ello.
No dejéis de hacerlo nunca.
Jorge Juan García Insua