Te conocí antes que tú a mí. No sabía ni como te llamabas pero te seguíamos a una distancia que creíamos prudente. Éramos sólo unos adolescentes con las hormonas revolucionadas que bajaban al parque demasiado cobardes para presentarse ante la chica de sus sueños y que al verte con tus amigas intentábamos parecer interesantes, por decirlo de alguna forma.
Supongo que la casualidad se cansó de vernos hacer los panolis y quiso que una tarde saliendo del cine Picarol nos encontráramos y conectáramos. Tres semanas más tarde me cogiste la mano saliendo de un viejo local de la Calle del Mar, ante la mirada atenta de nuestros amigos, y luego a solas me regalaste un beso, el primer beso.
En realidad lo nuestro nunca fue una historia de dos sino de tres, y finalmente le elegiste a él. Y pasamos a ser tres, bueno érais dos y yo, pero entendiste que no podías separarnos, y salimos los tres. Bueno… dos y yo.
Me enseñaste que como decía tu libro de cabecera (El Principito) lo importante no era querer sino amar, que cuando realmente amas a alguien lo importante es esa persona incluso si eso significa dar un paso atrás y que ese es el acto de amor más grande que alguien enamorado puede hacer por la persona que quiere. Pocos saben, como tú, que siempre he sido fiel a esa enseñanza.
Amar es querer lo mejor para el otro, su felicidad por encima de todo aunque su camino sea otro y que por eso el amor nunca es motivo de sufrimiento, y cuando sufrimos es por querer no por amar. Así de hermosa eras por dentro y por fuera. Brillabas y hacías brillas a quienes estábamos a tu lado.
Nuestro segundo beso fue pocos años después, me visitaste por sorpresa en el hospital. Abrí los ojos pensando que sería mi padre y ahí estabais vosotros. No dijiste mucho, no hacía falta decir nada, tu mirada y nuestro lazo… te tumbaste sobre mí y me abrazaste, lo recuerdo largo y profundo, aún puedo sentirlo si cierro los ojos. Cuando te incorporaste volviste a tumbarte sobre mí y me besaste…. “de lo que eres capaz de hacer para que te dé un beso…” y nos pusimos a reír mientras mi compañero de habitación nos miraba sin entender nada de lo que estaba pasando.
Cuando hace unos días te visité en el hospital y te cogía la mano, a pesar de la enfermedad, seguía brillando tu piel y aún con los ojos cerrados y el rostro cansado, tu voz seguía igual de dulce y risueña. Me llevaste a momentos que creía olvidados por la memoria y me recordaste lo que una tarde de finales de verano me susurraste “le quiero a él pero siempre serás mi segundo gran amor”. Y así me he sentido siempre a lo largo de tanto tiempo y ni la distancia ni los años han podido borrar de mí ese sentimiento.
Te cogí la mano apartando las vías para colocarte dos pulseras que había comprado para ayudar a luchar con la misma puta enfermedad que te consumía y mientras te lo explicaba me pediste un beso, un último beso… “siempre ha sido él mi devoción, pero nadie me ha dicho tantas cosas con un beso como tú. Y además me siento celosa de que ahora que te has decidido a escribir y expresarte a mi nunca me hayas escrito nada bonito”.
Los dos sabíamos que aquella sería nuestra despedida, y cuando salí del hospital y me senté en el coche rompí a llorar. Por lo que estaba perdiendo y por el peso de lo que me estaba llevando de ti.

Me dejas con el vacío y el dolor de sentir que demasiadas personas importantes para mí os marcháis pronto, demasiado pronto. Sin saber reaccionar soy yo el que se queda aquí, sabiendo que todavía tenías tanto por compartir y tu forma tan particular de ver la vida… con el compromiso de mantener la promesa que aquella lejana tarde de finales de verano me hiciste tomar… “no cambies, no dejes de soñar, tienes tanto para dar…”.
Y como tengo mucho de Quijote y soy de los que cumplen lo que dicen hoy me decido a escribir de ti, no sé si tan bonito como te hubiera gustado y te mereces, pero con la absoluta certeza que una parte de mí se queda en estas líneas.
Nos llenamos la boca diciendo que hay que vivir el momento, disfrutar de cada instante, compartir con aquellos que nos aman y nos ayudan a crecer… y es en momentos como éste cuando te das cuenta de las veces que nos engañamos, de las ocasiones que nos falta valor para hacerlo, para tomar las riendas y soñar con los ojos abiertos y el corazón de par en par… Porque estos momentos no son infinitos y su magia radica en que no podremos recuperarlos.
O es aquí y ahora o no será nunca más. Entonces no lo entendí, ahora veo que ese era el significado de tus besos y de nuestro lazo.
Te amo, donde quieras que estés.
Siempre.
D.E.P
Jorge Juan García Insua
Supongo que las cosas llegan al corazón de una forma u otra dependiendo del momento que estás viviendo… Hoy te doy las gracias por escribir esto…
Me gustaMe gusta
Tu post me ha emocionado y me ha llegado al corazón. Qué bueno haberlo leído! Gracias por haber compartido.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias a ti por dedicar unos minutos a leerme y a escribirme. Es muy especial saber que alguien conecta y se emociona con algunas de mis historias.
Me gustaMe gusta