
En Sol aún no había salido y por la ventana entraba olor a mar cuando la llamada rompió el silencio de la madrugada.
Rápidamente cogió el teléfono y susurrando contestaba mientras se deslizaba aún dormido por encima de las sábanas para no despertarla. Ella se levantó somnolienta poco después y al llegar al pasillo y verlo sentado en el lateral del sofá se quedó en la penumbra, en silencio, mirándolo…
Cómo no quererlo, cómo no sentirse atraída por quien la trataba con tanto cariño y suavidad. Hasta él ningún hombre había sido capaz de quitarle la armadura a besos, recorriendo con sus labios su espalda y recreándose cuando llegaba al cuello. Nadie hasta él había besado sus lágrimas mientras la abrazaba fuertemente, nadie hasta él había respondido a sus inseguridades y temores con tanto amor, sin abrir los ojos… “porque no necesito abrirlos para verte, te veo cuando te siento y lo que siento me enamora de tí” le había dicho horas antes… Verlo así en la penunbra mientras la luz del portátil iluminaba y definía las líneas de su cuerpo… se moría de ganas de decirle que volviera a la cama, que deslizara sus manos por sus caderas mientras la abrazaba por detrás… pero cómo no alargar aquel momento, sólo para ella, solo de ella y hacerlo eterno.
Tan inquebrantable por fuera como vulnerable por dentro. Él le había dicho que no se creara tantas expectativas, que él también desteñía, que tenía poco de protagonista de comedia romántica y mucho de diablo desangelado al que el amor le había sido esquivo y que durante demasiado tiempo había pensado muchas veces cuál era su número en la lista de espera… Decía que no quería vivir del pasado, que no quería escapar de fantasmas ni de historias que nunca se han cerrado y que echaba de menos alguien que quiera darle la mano y no soltarla cuando venga lo que tenga que venir. Ella le decía que eran tantos sus silencios y él que decían tantas cosas que a menudo no sabía como callarlos.
Incluso medio vencido por el sueño parecía sereno a contraluz. Son esos momentos en que piensas que a su lado cualquier cosa puede suceder, que das por seguro que si quieres estará siempre, siempre, siempre..
Cómo no sentirse deseada por su personalidad, por su historia y por lo particular de su forma de vivir, por sus contradicciones y por su facilidad para hacerte vivir bonito. Capaz de todo mientras se niega a hacer promesas, un poco torpe, realista lo justo, incansable soñador, inquieto, inteligente, y todavía tan inocente e ingenuo para el amor… siempre esperando que si vas a ser el amor de su vida des un paso y se lo demuestres. Quien no ha querido tener alas para sentirse Dios y divino.
Le había dicho en un momento de debilidad mientras se esforzaba en contemplar sus verdes ojos cerrados que sobre ella no había escrito y sin vacilar le contestó… “Sí lo he hecho, y más de una vez. Desde muchas veces atrás estás ahí”. Y ella se preguntaba si era real lo que sentía, si podía confiar y dejar atrás sus heridas, dejándose llevar como cuando la cogió de las manos y acompasaron sus pulsaciones y latidos mientras le hablaba y controlaba su respiración. Ella que siempre intentaba mostrarse fuerte, inconquistable… y a él le habían bastado unos minutos para tocar su corazón. Tan acostumbrada a luchar sola y coser los descosidos de su corazón se había enamorado de alguien que la quería por lo que tan pocas personas habían sabido ver, y que lejos de interesarle su pasado le abría de par en par su presente.
Preguntas, preguntas, preguntas, preguntas… y una única respuesta para todas ellas. Una de esas que te hacen temblar las manos y tejen de sueños los días. Entonces y siempre.
Y mientras él se tumbaba a su espalda pensó que rara vez la belleza que atrae es la que enamora… sentía su respiración y sus manos recorrían sus piernas… y pensó que tal vez aquel que ahora la acariciaba no sería inmortal pero lo que la hacía sentir sería eterno. Leerlo pueden hacerlo todas, pensó, escucharle susurrar con infinita ternura tras su oreja solo era para ella.
En Sol seguía sin salir, por la ventana entraba el olor a mar y mientras sus dedos húmedos dibujaban en su espalda alas soñaron despiertos con los ojos cerrados…
Jorge Juan García Insua
*Fragmento de una historia todavía inacabada y no publicada