
Esta tarde mientras esperaba para cruzar el paso de cebra delante de mi casa ha pasado una ambulancia y detrás de ella un taxi… y esa imagen me ha transportado a muchos años atrás.
Aún no había llegado a la mayoría de edad cuando estuve ingresado una larga temporada … inmovilizado completamente y los médicos me insistían que no debía moverme, aunque lo cierto es que de quererlo tampoco hubiera podido y a duras penas tenía fuerzas para asentir con la cabeza…
Mi primer compañero de habitación en aquella quinta planta del Hospital Can Ruti fue un hombre que pasó una sola noche conmigo, la previa a una operación de cáncer de pulmón. Fue una noche intensa y llenas de intensos silencios, tan solo rotos por una de las declaraciones de amor hacia su pareja más bonitas que años después todavía puedo recordar.
Su mujer me pidió permiso para correr la cortina que separaba las dos camas y se sentó a su lado. No pude evitar girar la cabeza e intentar ver a través de aquella tela, que se volvía medio transparente por el efecto de la luz encendida en su mesita. Las sombras hicieron el resto… Se sentó al lado de su marido, le dio la mano y él completamente roto se medio levantó para abrazarla, como se abraza cuando piensas que será la última vez.
Cuando creyó comenzar a controlar la emoción fue recordando entre sollozos y voz entre cortada cómo se habían conocido todavía adolescentes y como aquella relación estaba llena de historias y momentos hasta llegar a aquella noche.
Nunca le dije que llore casi tanto como él, que cerré mi boca con fuerza mientras me caían las lágrimas y sin poder evitar tener la cabeza girada viendo las sombras de aquella escena, que me rompí con ellos. Allí, en aquella habitación este todavía niño adolescente vivió tal vez su primera historia de amor… verdadero.
Aún hoy y pasados tantos años hay momentos donde quiero o necesito conectar con el amor o con el miedo a perder a la persona que quieres y por la que morirías llevo mi mente a aquella noche. Aún hoy me emociono… «me mata pensar que no te he querido suficiente…».
La mañana siguiente cuando tras prepararlo para el quirófano se quedó tumbado en su cama, ya encarada esperando al celador, me miró, al hacerlo vi pintadas en su cuerpo las líneas que señalaban cómo iba a ser operado y me dijo “lo siento… creo que no estás en la planta más adecuada para alguien tan joven como tú y perdona que no te hayamos dejado dormir, pero tengo miedo y tengo miedo de perderla. Espero que tu próximo compañero sea más divertido. Mucha suerte y no te estés aquí demasiado tiempo!”.
No supe contestar ni reaccionar de ninguna forma. No me salieron las palabras ni tan solo fui capaz de respirar… y así me quede mientras se lo llevaban.
Y cuando salió de la habitación lloré y aprendí que para amar no hace falta abrir los ojos, basta con abrir el corazón, entregarlo y escuchar.
Esa noche pregunté y me dijeron que me cambiaban el compañero, que la operación había ido “bien” pero que estaría en cuidados intensivos un tiempo antes de subirlo de nuevo a planta, y que en un rato conocería a mi nuevo compañero…
Jorge Juan García Insua
No dejes de escribir nunca. Te leo y haces que me olvide de mis cosas. Es maravilloso.
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