
En ocasiones esta profesión es tan especial y puñetera que a última hora de la tarde te pone delante a personas en sesiones que no querrías tener, ahí no… No por ese motivo. Y no es la primera vez que me sucede pero en ese instante querría en una y mil vidas compartir con ella un café, un japo o un paseo… pero no una sesión. Y quiero entonces pensar eso de que todo pasa por algo, pero no y a veces hasta yo pienso que lo que pasa es una mierda, que nos toca bailar con el torpe… pero me dura poco, eso ya lo sabes y supongo que por eso, entre otras cosas, estás delante de mí.
A pesar de ello no puedo decir que no y digo que sí sabiendo que confía en mí, que está dispuesta a depositar en mi esperanzas, miedos, diablillos voladores saboteadores y el deseo de no perderse por el camino que se le abre.
La sesión empieza para mí mucho antes, mientras la preparo tomo conciencia de que no puedo ser objetivo, de que no será una sesión ni un proceso más y lo asumo, porque sé que ella también lo asume y no le importa. Y seguirá decidida a compartir, a luchar y a crecer teniéndome a mí como espectador privilegiado. Y yo, dispuesto a dar lo mejor de mi en su espacio y su momento.
Entonces suena la música y bailamos.
Cuando acaba y cierro la puerta, cojo mis folios y me siento en el sofá… mi mano empieza inconscientemente a tomar notas, a redondear palabras, dibujar líneas… mi cerebro se acelera y mis dedos toman la iniciativa y el control… y los dejo hacer, saben lo que han de hacer hasta que acaban de escribir la última de las anotaciones… y las repaso…
Al repasarlas me emociono, me dejo llevar y me siento vacío. Como debe ser, porque la sensación de no haberme dejado nada me reconforta y recompone. Me siento agradecido por ser el elegido, por tener la oportunidad de seguirla en ese camino y conecto con el recuerdo de cuando un buen amigo me insistía en que la enfermedad no había llegado para llevarme con ella sino para darme una colleja o como decía él “la vida da unas buenas hostias, y aunque te duelan a veces algunas llegan a tiempo” y con tiempo para recordarme qué quería hacer en este mundo y aclararme cuál debía ser mi camino.
Si mi vida hubiera sido distinta seguro que no hubiera vivido el momento de ayer. En mi camino he conocido a muchas personas que pienso se fueron demasiado pronto y por algún motivo otros seguimos en el camino. Quizá se trata de eso y ese es el plan. Y tal vez sencillamente mi vida ha sido como tenía que ser y estoy donde debo estar y para quien debo estar.
Hace unos años me hice la promesa de cumplir mi promesa, de hacer de mi vocación una parte importante de mi vida, de superar mis Propios miedos y entregarme y estar a la altura de quienes tuvieran el valor y el coraje de superarse y dejar atrás la incertidumbre y la desazón. Tardes como ésta hacen que valga la pena tanto esfuerzo y preparación.
Todos intentamos ser más buenos que malos, todos… sólo que algunos lo parecemos más porque tenemos la suerte de tropezarnos con personas especiales, muy especiales… que aún no saben cuánto lo son…
Llegará el día que todo esto será sólo un trocito de lo que habrás vivido y me dirás que está muy bien eso del cielo, pero que el cielo desde el cielo no se ve y aquí abajo… la vista, como la vida, es espectacular.
No confíes en mi. Te dije que era un Tercero y es lo más parecido a un Cuarto.
Confía en ti y todo irá bien.
Y yo en sesión no puedo mentir…
Un beso.
Jorge Juan García Insua
Leerte me ha hecho viajar en tiempo y recordar los duros momentos donde tuve que enfrentarme a un cáncer. Me recomendaron buscar ayuda psicológica pero nunca me sentí cómoda y lo acabe dejando. Que pena no haber sabido de ti entonces, seguro aquellos años tendrían ahora un peso distinto. Hace falta mucho valor para hacer lo que haces y mucha sensibilidad para escribir sobre ello como aquí lo has hecho. No dejes de hacerlo, hacen falta personas como tú en este mundo.
Julia
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