
Lleva ya mucho tiempo conmigo. Observadora desde un sitio privilegiado, atenta, silenciosa al mismo tiempo que acompaña, escucha y siempre confidente. Ha hecho suyo ese espacio de mi castillo, sobrio si no fuera por su color, a ratos vacío si no fuera por su alma, silencioso excepto cuando me acompaña en la escucha….
Hace ahora casi un año no se nos fue por los pelos y casi al límite de la bocina, tras dos trasplantes conseguimos revitalizarla y darle una segunda vida. Desde entonces ha crecido, exuberante, vistosa y sugerente es imposible no fijarse en algún momento en ella cuando entras su espacio, mi espacio, más privado.
Hacía días que la miraba y veía que algo no iba bien. No brillaba como semanas atrás. Empezaba a tener manchas y estaba alicaída. Ayer noche mientras cenaba P cogió una ramita caída y me la enseño… mira papá! Era la señal de que no podía esperar más
Como cada uno de sus cambios no lo había sabido ver. Ese espacio suyo que yo daba por seguro era más que suficiente se le había quedado pequeño, la estaba asfixiando y limitando hasta matarla lentamente.
Así que hoy decidimos comprarle una casa más grande, kilos de tierra renovada y trasplantar la de nuevo. Y ahora que vuelve a ocupar su lugar le han bastado unas horas para volver a mostrarse majestuosa, volverá a ser la confidente que necesito y la amiga que todo lo ve, todo lo sabe. Siempre guardando silencio y mirando con ojos limpios y abiertos.
Como cualquiera de nosotros sólo necesitaba que me fijara en ella, que le prestara un poco de atención en medio de ajetreadas agendas y días rápidos. Ella no sabia como pedirlo y su esfuerzo la consumía y la apagaba, incapaz de encontrar la fórmula. Ambos somos igual de torpes… somos los mismos de siempre pero ya no somos los de antes.
Y yo, dando por hecho, seguía como si nada. La veía y la hablaba pero no la miraba ni la escuchaba y así es difícil poder conectar, sentir… y si no hubiera sido por P y su sorpresa a ver esa pequeña rama, seca, sobre la mesa tal vez hubiera llegado tarde.
Creo en las terceras oportunidades y lo creo porque yo la tuve. Y tú que llegaste ya en esta tercera vida y en un momento extraño y de cambio me recuerdas hoy algo tan importante como la necesidad de estar. En ocasiones quiero estar y estar tanto para tantas personas que me olvido de hacer lo mismo para quienes siempre estáis ahí, a mi lado, en silencio, observando y regalándome oxigeno y complicidad.
No puedo prometerte cambiar radicalmente… igual para eso necesitaría una cuarta vida, van muy caras y solicitadas como para abusar… no me atrevo a pedirla y no creo ser merecedor de tanto pero si que me esforzaré en seguir dando lo mejor de mi, de la mejor forma que sepa y pueda.
Prometo, eso sí, seguir equivocándome, darle vueltas a emociones y sensaciones, seguir abriendo los ojos cuando otros prefieren tenerlos cerrados y cuando los cierre, que sea para soñar y ver bonito.
Viniendo de alguien tan imperfecto como yo puede no parece mucho para otros, pero tal vez eso sea lo que me hace distinto a la vez que nos une, ambos intentemos ser nosotros mismos y entregarnos cuando algo nos apasiona. Entre tanto ruido tenemos la virtud de callar y guardar aquello que nos da la vida. Ese es nuestro pecado y al mismo tiempo lo que nos da la vida.
Sabes… tenías razón aquella tarde cuando me hiciste ver que intentar ser uno mismo es una putada. Al final debes aceptar que no dejarás de cagarla y que en ese camino de aprendizaje mucho días no pasas de ser una copia barata de lo que deseas llegar a ser. A pesar de todo siempre compensa y no cambiaría nada de todo lo que he vivido y de lo mucho que cada una de esas experiencias me han enseñado y hacia dónde me han llevado.

Escribiéndote me he acabado escribiendo… así de especial eres. Siempre dando más de lo que recibes. Es más fácil disimular una sonrisa que explicar por qué estás triste… Hoy no era sobre mi camino sino sobre el tuyo y me doy cuenta de que soy yo el que un día se cruzó en el tuyo. Llegaste como un regalo lleno de amor, como un abrazo eterno de personas vitales en mi vida y al final te has convertido en parte de ella.
Sigamos caminando… te quiero a mi lado regalándome vida.
Jorge Juan García Insua
“Cuidemos de las plantas, porque las que no se lleva el viento se incrustan en el alma” Anónimo