
Será que estoy vivo y por eso estoy aquí escribiendo…
Hace unos días alguien importante me escribía «siempre me emociono con tus textos, llegas a mi parte emocional aunque no te conozco» y dentro de mí provocó un click.
Como si me hubiera leído la mente pensé en lo último que había publicado y que ojalá fuera capaz de volver a escribir algo, aunque sean unas pocas líneas que le provoque algo así de nuevo.
Irremediablemente lo siguiente durante varios días ha sido repasar todo lo que he escrito durante este año que va tocando a su fin, no tanto lo publicado sino lo que nunca llegó a ver la luz y está ahí en un cajón… Porque si está ahí, si no lo he borrado todavía es que aún tiene algo que enseñarme, decirme, algo que sigue conectando conmigo o con alguien que me importa sólo que no ha llegado su momento… y ahí sigue el lazo.
Mi sorpresa ha sido ver cuánto sigue escondido entre la nube, el disco duro y mi vieja libreta. Cuánto he ido guardando y que no ha encontrado el lugar, el momento, la persona o sobre todo la forma de superar el miedo a no utilizar las palabras adecuadas o no saber recoger las emociones que provocaron que aquel día empezara a escribir. La mayoría no los tenía ya presentes pero es leer las primeras palabras y rápidamente conecto con el momento que lo inspiró, con las sensaciones que me traían las palabras y con la decisión de no seguir escribiendo, no publicarlo o borrarlo para siempre.
Qué curioso el pensar por qué no publiqué alguno de ellos. No siempre son capítulos abiertos y al contrario, la gran mayoría están cerrados y algunas de las historias me siguen pareciendo emocionalmente intensas y otras muy románticas… pero ahora tomo conciencia que no era lo que había escrito sino lo que yo sé que significan, hasta dónde quiero exponerme y si estoy o no preparado para hacerlo.
Como a todos un inesperado virus paró historias y me llevó a otras, que aún inesperadas siguen después de varios meses presentes, fuertes, vivas e intensas. Un virus que cambió mi mundo y el de quienes me rodeaban y ante el que me sentí obligado tras meses de vorágine, preocupaciones y agotadoras jornadas a parar y pensar cuál era mi papel en aquellos momentos y cómo quería llegar a este final de año.
Guardo en mi mente de aquellos primeros meses de pandemia llamadas y escuchas que me pusieron boca abajo y cambiaron mi forma de ver la vida para siempre. Me invitaron a mirar a mi pasado como no lo había hecho antes, con una mirada completamente distinta y la poca serenidad que me quedaba… esa que dicen que dan los años. He compartido con vosotros trocitos de mi vida que hasta entonces nadie sabía, he publicado cosas que nunca pensé ser capaz de hacerlo y para mi sorpresa aquí siempre he encontrado reconocimiento a ese paso, el cariño y la fuerza para expresarlo y expresarme a corazón abierto.

Ha sido un año lleno de conversaciones, confesiones, secretos, heridas abiertas que necesitaban sutura, de vidas quebradas y sensaciones de morir a destiempo. Personas completas en momentos imperfectos que habéis compartido conmigo intimidades que nadie más sabe, de la pérdida de la inocencia, del paso tiempo y de la sensación de oportunidades perdidas, el peso de la enfermedad y la necesidad de aceptarla para dejarla atrás, la familia, las parejas y del amor… cuánto hemos hablado de amor!!
Cuando más escribo sobre mí más sé de vosotros y más conozco sobre quién soy y hacia dónde voy. Supongo que ese ha sido siempre el objetivo oculto de todo esto… crecer hablando de mí a través de los ojos de quienes cruzan su vida conmigo.
54 publicaciones, 30.985 palabras y 5000 lecturas más tarde creo que este año se me ha hecho corto, demasiado corto… que hay momentos que desearía no hubieran tenido lugar y por otro que a pesar de todo, les debo mucho y el camino no hubiera llegado hasta aquí sin ellos y sin cada una de las personas que me inspiráis… y hasta me leéis. Cuánto he aprendido.
Sigo sin saber escribir y peleándome con mi saboteador para dejarme llevar. Aquí con vosotros he encontrado un espacio a medio camino entre lo que callo y lo que expreso, donde lo que debería ser normal nos hace diferentes y el protagonismo es vuestro, para lo que tengo y no para lo que a veces creo que me hace falta.
Así que gracias, gracias una vez más y de corazón por acompañarme, compartir, estar y por cada uno de vuestros comentarios y reflexiones… aunque no me conozcáis más que por lo que escribo, lo cuál encuentro tan increíble como maravilloso. Pensar que durante los minutos que puede durar la lectura de un blog conectas de una forma intensa y hasta íntima con otra persona es el mayor de los regalos que podía pedir a este viejo y vilipendiado 2020.
Este blog no es lo que escribo, es lo que sientes al leerlo. Ese es el lazo que nos une y que cumple un año más.
Este camino sigue siendo más vuestro que mío, así ha de ser siempre… Me pareció una locura crear este blog y me parece de locos pensar que tal vez… tal vez… me queda mucho por escribir en él. Será que mi madre tiene razón cuando me dice “sigues llenándote la cabeza de pájaros”.
Siguiente parada 2021.
Jorge Juan García Insua