
Me cuesta reconocerlo. Sé que llevas días avisándome y que se acerca el día, el momento del último km.
Pero me cuesta y se me hace difícil dar el paso porque llevas tanto conmigo, sabes tanto de mi y de los km recorridos que va a ser como si me faltara algo y no me apetece comenzar de nuevo, ya no me acuerdo de cómo se empieza de nuevo…
Me decían que no servías para esto, que no eras la mejor opción ni para un corredor ni para un supinador «algo» cabezota, pero por encima de todo eso me pudo mi alma romántica y reconozco que me enamoraste desde el primer momento y siempre has estado ahí. 500…600… 700… 800 km o más… perdí la cuenta hace mucho. Hemos compartido madrugones, horas de falta de sueño, canciones… muchas canciones, confidencias, lágrimas y un sin fin de molestias y dolores, días de barro y agua pero siempre volvías a estar dispuesta a seguir la aventura.
Pocas han visto en mi tantos cambios como tú. Me conociste cuando aún salía para demostrarme que mi cuerpo todavía podía llegar más allá y buscaba saber dónde estaba su límite. Sólo tú sabes hasta dónde llegué en su búsqueda. Has vivido conmigo pájaras monumentales por sentirme Dios y no querer controlar el ritmo, descenso a los infiernos cuando el viento y los km se te ponen en contra, vómitos cuando tus piernas no dan para más y te falta el aliento… Comenzar sabiendo que te llevaba en los pies me llenaba de una falsa sensación de control y poder, de pensar que cuando yo no pudiera más y me doliera hasta el último suspiro tú seguirías hasta llegar a la meta.
También has visto cómo volví a disfrutar con cada paso, a disfrutar de cada una de las pequeñas sensaciones que me ha regalado este deporte. Me has visto correr hasta no tener que demostrar nada a nadie excepto a mí mismo y simplemente sonreír cuando la mañana te recibe con las primeras luces del Sol y amaneceres que se quedan grabados en as retinas, de ciudades desiertas en noche cerrada dónde solo se escuchan tus pisadas y hacen volar la imaginación, de la sensación del cuerpo caliente y el viento frío de invierno y del placer cuando llegas sin aliento y sabiendo que no te has dejado nada por dar. Me enseñaste a correr por placer, a correr con los ojos cerrados con la seguridad de quien ve más allá del horizonte y cuando más disfrutaba corriendo más lejos me llegabas. Cuántas veces he pensado que había ido tan lejos que no tendría corazón suficiente para volver!
Contigo cada carrera ha sido una victoria particular, de esas que sólo yo entiendo y sólo para mí tienen sentido , pero hasta eso es especial. Te corresponden todas las medallas. Incluso en los días más duros has compartido conmigo visualizaciones, imágenes, sueños, respiraciones mil y un momentos especiales de risas compartidos con quienes a veces corrían a mi lado… mejor dicho, yo al suyo.
Tal vez para algunos nada de esto tenga sentido, pero no es lo que eres sino todo lo que has compartido conmigo. Y ha sido tanto…
Mis hijos me preguntaron una vez «papá, por qué corres? Aquel día les contesté… porque hubo un día que me dijeron que no podría hacerlo más. Hubo un tiempo que lo hacía por los demás, tal vez por derrotar la distancia y al tiempo, por saber hasta dónde podía dar y no reconocer que a pesar de todo los limites no estaban en mi cuerpo sino en mi cabeza… y km a km aprendí a correr para mí mismo y a no conformarme.
Dame unos días, unos centenares de km más para irlo aceptando y mientras tanto vamos negociando los términos de tu jubilación. Muchas veces me han dicho que era único runner que conocían que tenía muy pocas zapatillas, tú eres uno de los motivos.
Eso sí… tal vez no saldremos a correr pero seguro que nos quedan muchos paseos por dar. Ha dejado de importarme llegar a esa meta, sólo quiero seguir disfrutando del camino y de quién lo quiera correr conmigo.
Si no dime de qué sirve llegar si no te queda grabado en la retina cada momento del viaje?
Jorge Juan García Insua
Jorge Juan García Insua
«Nadie nace siendo un corredor perfecto. Y ninguno de nosotros se convierte en uno. Pero a medida que sumamos escalones, nos convertimos en mejores corredores. Y esa es la belleza de este deporte. No hay atajos. Nadie regala nada. Ganas cada kilometro y cada resultado» Peter Magill
Que bonito leerte, seguro que esta publicación y en esas zapatillas hay tantas historias que darían para otro blog.
Me parece muy tierna y auténtica la forma en la que ves tu vida a través de esas zapatillas.
Te animo a seguir escribiendo y compartiendo con esa mirada serena tan peculiar que demuestras tener.
Maribel
Me gustaLe gusta a 1 persona