
Esta noche he recibido una llamada muy especial. Cuando he contestado a un número que desconocía no me esperaba que al otro lado hubiera un niño…
– Hola, buenas noches… Eres… ¿eres el psicólogo?
– Buenas noches , sí. Me llamo Jorge y soy psicólogo. ¿Puedo ayudarte?
– Quiero regalarle para Reyes un psicólogo a mi madre
Y por unos segundos no he sabido contestar…
No he podido evitar una sonrisa cuando me explicaba que tenía poco más de 10 años pero “no soy tan pequeño”, que tenía una hucha grande y que me llamaba a escondidas para que su madre no lo escuchara y… que no sabía si podía “regalarme”.
– ¿Cómo podría yo ayudar a tu mamá?
Y su voz ha cambiado y le he escuchado en silencio.
Notaba cómo se angustiaba cuando me decía que su madre estaba triste, muy triste, que evitaba llorar delante de él pero que la escuchaba por la noche cuando ella pensaba que estaba ya durmiendo o cuando hablaba con su tío y le decía llorando que no podía con todo…. Me ha explicado que le pasaba cada vez más y que creía que era porque echaba mucho de menos a su papá.
– … a tu papá? -le he preguntado.- Sí, está en el cielo.
Y mis ojos se han humedecido… de nuevo no he sabido encontrar palabras.
En algunas sesiones me han preguntado si es bueno o no para un niño ver llorar a los padres. Siempre he contestado que sí. Es muy difícil educar y enseñar a un niño a gestionar sus emociones si sus principales referentes y ejemplos las ocultan por miedo a qué pensarán y querer mostrarnos indestructibles o al revés… demasiado “blandos”. Demasiadas veces intentamos mantenerlos al margen de la realidad, sin querer ver que los fantasmas de su imaginación pueden ser más crueles que los hechos y que cuando les damos la oportunidad, la confianza y el cariño necesario son tan grandes que pueden ayudarnos a encontrar el camino en situaciones difíciles.
Esta llamada podría tener infinidad de lecturas pero me quiero quedar con aquella donde el profundo amor que siente por su madre lleva a un niño a actuar de esta forma, superar sus miedos e incertidumbres y llamar a un desconocido y pedir ayuda.
Me quedo con la maravillosa mente del niño que en lugar de quedarse en el dolor de haber perdido a su padre, de ver sufrir a su madre, de llorar a escondidas y soñar que despertará y todo habrá pasado o habrá sido una pesadilla da un paso como éste y sin saber bien cómo se queda con la publicación de Instagram que un día vio su madre, apunta el teléfono y se arma de valor para llamar.
Valor. Porque hace falta ser muy valiente para hacer algo así y porque será un orgullo estar para su madre y ayudarla si, como su hijo piensa, considera que puedo acompañarla. Estaré.
Grande. Tanto cariño que desprende tu llamada, con tu amabilidad, me inclino ante cómo te han enseñado a ser respetuoso, por tu responsabilidad, por cómo antepones tu madre a ti mismo… desprendes tanta generosidad…
Muchas veces he dicho que esta profesión me ha regalado momentos especiales que van mucho más allá de mis expectativas y que siempre tras esos momentos he encontrado personas increíbles que me han hecho crecer y comprometerme con aquello a lo que me dedico. Escribo estas líneas sabiendo que acabo de vivir uno de esos momentos y he conocido a una de esas personas.
Aún no he puesto el calcetín y un niño me ha adelantado el regalo navideño y lo ha hecho de la mejor forma posible. Uno lleno de emoción y sentimientos…
Gracias por el regalo de tu llamada, por pensar y confiar en mi y sobre todo gracias por tu ejemplo.
Entre tantas veces que no he encontrado las palabras, que sepas que me hubiera gustado decirte que cuando sea pequeño quiero parecerme a ti.
Jorge Juan García Insua
“Eres el dueño de tu vida y tus emociones, nunca lo olvides. Para bien y para mal”- El Principito