«La vida es maravillosa si no le tienes miedo» – Charles Chaplin
No he conocido a nadie que en algún momento no haya tenido miedo. A sí mismo. A los demás o a la vida. Los padres deberíamos tener la obligación de no dejar que nuestros miedos crezcan en nuestros hijos, pero a veces se nos escapa y el miedo tiene la capacidad de mimetizarse con nosotros hasta puntos insospechables… por suerte pocas cosas le resultan tan inalcanzables como la inocencia de una niña.
La primera vez que vino a sesión me sorprendió la intensidad con la que me miraba y observaba. Sus enormes ojos no perdían detalle de cada uno de mis pasos por la habitación. Nos sentamos en el suelo y había preparado varías cosas para ver cuál le resultaba más atractiva y me permitía conectar con ella.
Rápidamente cogió el bloc de dibujo y una caja de lápices.
– Para qué crees que tus padres quieren que vengas a verme?
– Por mis pesadillas y porque le tengo mucho miedo al monstruo -me dijo bajando la cabeza
– Uaauu! Y cómo ese monstruo?
– Tan grande que necesitaría muchas hojas juntas para dibujarlo y que entre todo! -contestó.
Fui a por un bloc de DINA3 y se lo enseñé…Crees que aquí entrará todo ese monstruo?
–Síiiiii
Aquella primera sesión transcurrió entre el dibujo detallado del monstruo y el sentido que tenía para mi pequeña paciente. Validé su miedo, lo reconocimos y le dimos forma para reconocerlo y aprender a encontrar el valor de afrontarlo. Al final quiso ponerle nombre… el monstruo Cuco-Coco!
A menudo y según evolucionaba su capacidad de autorregulación el monstruo aparecía y le pedía que lo volviera a dibujar. Lo teatralizábamos… bueno… yo hacía de monstruo… y entre folios en blanco, lápices, rotuladores, sábanas haciendo de capas, espadas y palos de escoba aprendía a superar la ansiedad. El miedo es una emoción que nos lleva a sentimientos de desconfianza y creer que pasará algo malo o negativo y que nos llena de angustia. El peligro puede o no ser real pero el miedo siempre se vive como si no existiera otra cosa.
Su miedo como su ansiedad eran tan reales como las situaciones que las habían provocado. Los dibujos del monstruo de la ansiedad y el teatro la ayudó a aprender como calmarse ante el miedo y encontrar el valor necesario para afrontarlo.
La clave ha sido acompañarla. Entender sus miedos y estar a su lado para conocerlos y afrontarlos, sin dejarla sola pero sin afrontarlos por ella. Confiando en su capacidad y creando para ella un ambiente de seguridad para experimentar su valor y la realidad de sus miedos. El resto… el resto lo ha hecho ella.
Y llegó una sesión dónde el monstruo era mucho mucho más pequeño, menos fiero a los ojos de una niña… tenía hasta un punto de ternura y era más detallado. Observándola aprendí que el tamaño de nuestros monstruos siempre depende del miedo que tengamos.
Cuando hoy lo ha dibujado ha ocupado sólo unos centímetros del centro de un folio, vestido de volantes, nariz de payaso y lo ha pintado de rosa…
– Creo que en nada este monstruo desparecerá y no podrás verlo…
– Ya no me da miedo… voy a ponerle un patinete y una nariz roja, como de payaso. Voy a pedirle que seamos amigos!
– Guayyy! Y a qué jugareis?
– A psigogos!
– A qué??
– A ti! Él vendrá a verme y le enseñaré a no dar más miedo a los niños. Tendrás que darme un trocito de lazo rojo para Cuco-Coco!
Hay muchas formas de hacer una sesión de cierre y he vivido muchas y tan diversas como personas y procesos, pero ninguna hasta hoy tan valiente como ésta… aquella en que Cuco-Coco conoció a su terapeuta… y no soy yo.
Bienvenido a tu camino Cuco-Coco… no tengas miedo cuando todo se ponga oscuro, recuerda que fue en la oscuridad que conociste tu estrella.

Jorge Juan García Insua
«Hay muy pocos monstruos que den sentido a los miedos que les tenemos» – André Gide