
– No decís que después de la tormenta siempre sale el Sol? Pues esperaré a que eso suceda -me dijo contundente.
– Quién dice eso? -le repliqué.
– Vosotros los psicólogos!
– Como psicólogo te diría que puede ser que salga el Sol pero también que venga otro día más de tormenta, incluso peor y más violenta, o que vengan días nublados o de esas semanas interminables de llovizna que te cala y no consigues quitarte la sensación de frío…
– Coño Jorge! Se supone que debes animarme!
– Eso esperas de mi? Que te repita esas frases que puedes encontrar y leer en las redes? Puedo decirte muchas y rellenamos la sesión…
Y se quedó mirándome. Ahora sereno, reflexivo. Consciente. Respirando.
– No, eso precisamente es lo que no espero de ti…- suspiró y volvió a respirar lentamente. Pero escucharte eso me ha…
Silencio. Más silencio.
– Qué?
– Dolido… es como si escucharte me hubiera hecho daño
– Cómo es ese daño?
– Joder! Es profundo, sangrante. Es como si en el fondo supiera que si no hago algo, si no me muevo… por si solo no cambiará. Recuerdas cuando en la primera sesión me dijiste que el tiempo por si solo no cura, no hace nada… cómo lo dijiste? mmmm mmmm… sólo te da la posibilidad de coger perspectiva, de alejarte, de mirar de otra forma, desde arriba… cómo es eso que haces con las manos (puso una de base y alejó la otra)
– Sí, me acuerdo
– Pues eso es por lo que me ha dolido lo que has dicho. Supongo que es como reconocerte que he vuelto a perder la perspectiva…
– A mi? Reconocerme a mi?
– Bueno… a ti y a mi. Jooo! Es que jode reconocerlo Jorge. Jode estar aquí y darte cuenta que has dado un paso atrás, que me he equivocado, no sé, tal vez mucho… jode y jode mucho… joder y encima te pago! Te das cuenta de todas las veces que he dicho “joder”?
– Y qué vas a hacer con esa «jodida» sensación?
– Dar un paso para delante… y otro y otro… así si vuelvo a dar otro para atrás estaré seguro más lejos de este, este no lo quiero más.
– Bien, y esos pasos hacia dónde te lleva?
– En la dirección correcta Jorge, esta vez en la dirección correcta.
…
En terapia y en muchos procesos los pasos atrás son tan necesarios como aquellos que damos hacia delante y a menudo infinitamente más importantes y reveladores.
Todos damos pasos atrás y los necesitamos para coger impulso, para recordar de dónde venimos, cuánto ha costado llegar a donde estamos y hacerlo desde la confianza que si lo hicimos una vez podemos volver a hacerlo. Y mejor.
Es humano ante un error o un paso atrás buscar culpables y si podemos castigarlo. Es más fácil mirar hacia fuera que hacia dentro, pero hacerlo no nos prepara para no volver a errar y lo peor que nos puede pasar es encontrar ese culpable y no reconocernos en él… eso nos acaba conviertiendo en el mayor de los errores posibles.
A menudo esos culpables personalizan nuestros miedos, bloqueos, inseguridades y todo aquello que no queremos ver en nosotros mismos. Mirarnos como si nos viéramos en un espejo y no querer reconocernos es una extraña sensación y a la vez dolorosa, mantener la mirada, perdonarnos y aceptarnos es el primero de muchos pasos hacia delante, alguno para atrás cierto, pero incluso ese paso para atrás puede ser el primero de muchos nuevos impulsos.
El miedo a equivocarse es de los más comunes en cualquier ser humano y precisamente el que más humanos nos hace. Nos desnuda y nos hace vulnerables. Negarlo y evitarlo nos limita, nos impide crecer y a cambio nos convence de inseguridades y falta de autoestima. Pensamos que nos estamos protegiendo y a cambio dejamos que el enemigo se aloje en lo más profundo de nosotros, hasta que se acaba convirtiendo en culpa o frustración porque vemos pasar la vida aparentando y sin provocar que suceda aquello que anhelamos y realmente queremos para nosotros.
El miedo es una emoción primaria que está al servicio de nuestra supervivencia, pero mal gestionado acaba alimentándose de una percepción errónea de aquello que nos rodea y de nuestro dia a dia, llegando a pensar que evitar o huir de ciertas situaciones es lo mejor y nos protege, pero rara vez es así y cuando esta acaba siendo la única salida que nos planteamos entramos en un círculo complicado de romper y que afecta a nuestra autoestima y confianza.
La experiencia me enseña que cuando alguien se niega de forma repetida a ver parte del error en sí mismo e insiste en culpar e intentar dejar en evidencia a quienes le rodean inconscientemente esta demostrando que el mayor error es él. No aceptar que todos cometemos errores es la forma más segura de seguir cometiendo muchos más. Es como una bola que rueda hacia abajo, que crece y arrastra a quién se cruza en su camino… hasta que se estrella.
Es especial tener la oportunidad de acompañar a alguien que rompe ese círculo, que se enfrenta a sí mismo y se reconoce en sus errores y también en sus aciertos. Y lo es porque todos en algún momento hemos sido como él.
Yo también y no sólo una ni dos. Superar eso, saber parar mi rueda a tiempo y alejarme de las ruedas ajenas que no me suman para no verme arrastrado sigue siendo parte de mi aprendizaje.
Una vez un superior me dijo que mi “problema es que confiaba demasiado en las personas”. Que eso fuera un problema nunca lo supe ver, que «por defecto» confiaba a ciegas siempre he sabido que es así. Pero si en algo me ayudaron aquellas palabras fue a convertir mi debilidad en la base sobre la que enfoco mis relaciones, personales y laborales.
Cierto, me he encontrado con alguna rueda y me he visto arrastrado algunos metros por más de una… y jode, pero sigo pensando que no cambiaria por nada esa confianza depositada porque compensa de sobras cada vez que se traduce en momentos como los que me ha regalado esta sesión.
Al finalizar la sesión me preguntó…
-Por qué confiaste tanto en mí desde el principio? No sabías nada de mi
– Confiar no es saber todo sobre alguien, es no necesitar saberlo. Y esta frase sí la leí en las redes.
Y dejar de confiar sería traicionar a tantos que Antea confiaron en mi y siguen haciéndolo diario.

Jorge Juan García Insua