-Y por qué has dejado de escribir?
La verdad es que la pregunta por unos segundos me ha subido el ego, iba directa a alimentar ese deseo que alguien pueda leerme o incluso que le guste, le de un like, me vote o simplemente dedique unos minutos a leer el blog. Pero mi respuesta ha desinflado rápidamente ese momento…
-No he dejado de escribir, incluso algunas cosas las he publicado sin darles publicidad… sencillamente ahí las he dejado, colgadas… pensando que tal vez alguien entre, mire, lea y descubra que hay algo nuevo. Otras les he dado las 24 h de vida que te da un story y no han tenido continuidad. Y las que más van acumulándose en algunas carpetas de borradores.
El escribir siempre ha sido una forma de diálogo interior para mí, un espacio de reflexión que me permite mirar la realidad, la mía, desde otra perspectiva. Todo lo que que luego ha venido tras las publicaciones, los mensajes, reconocimientos… nunca estuvo entre mis planes y aunque me alaga son muchas las ocasiones en las que voluntariamente decido tomar distancia.
Esa distancia me permite mantener la frescura cuando me expreso a través de las palabras, la capacidad de seguir decidiendo qué publico o qué me guardo y sobre todo sentirme dueño de mis palabras o publicaciones, sin presiones ni expectativas para nadie ni para mí.
Escribir sigue siendo una forma de soñar, de darles nombres, caras, olores y piel a mis sueños y de alimentar mi motivación para perseguirlos y disfrutar de ellos cada vez que tengo la fortuna de tocarlos, aunque algunos sean efímeros. Escribo para seguir conociéndome, para provocarme, discutirme, mirar a través de quienes quiero, babear con mis hijos, hacer camino y sobre todo para recordarme qué es eso de la vulnerabilidad.
Escribo porque quería comunicar de forma diferente a cómo lo había hecho hasta aquel día que el blog se abrió paso. Y lo hice pensando que nadie me leería nunca y lo seguía haciendo cuando miles de personas lo han hecho. Empecé a escribir para ser diferente y con el tiempo y las publicaciones me di cuenta que lo que quería cambiar no era el mundo, sino mi forma de verlo y de vivirlo. El que cambiaba y el diferente era yo. Tan diferente como lo eres tú.
Tan diferentes como los niños que a menudo me sirven de maestros, como cada una de esas personas que protagonizan mis historias y que son anónimas para todos menos para mi (que bonito regalo ser el único que sabe sus nombres), tan diferente como me veo cada vez que publico trocitos de mi vida y la miro con el cristal que te dan los años, las cicatrices y un montón de abrazos. Tan diferentes como saber que cada línea que escribo lo hago desde un profundo respeto y con amor.
Escribo para quienes me leen cuando no pueden dormir, para quienes sueñan con el amor y abrazarlo por la noche, para dar luz a quienes creen que son oscuridad, para limpiar mis lagrimas tras días que me dejan emocionalmente exhausto, para vivir vidas que no son mías y apropiarme de esa pequeña parte del camino que deciden hacer conmigo, para recordar caricias y besos, para gritar y rebelarme, parar abrir tanto los ojos que otros puedan ver a través de ellos, para sentir y emocionarme… vencer al miedo y para crearme de nuevos.
Lo hago porque me gusta, me relaja, me absorbe y me controla hasta que pongo FIN, aunque confieso: siempre borro esta palabra. Escribo porque en lo que escribo mando yo, porque es mi versión, porque buscando sentido lo pierdo y me pierdo para darme la oportunidad de buscarme y encontrarme. Escribo por vergüenza, porque no soy todo lo vulnerable que me gustaría ser y porque aún ahora tengo miedo a que me hagan daño… o de hacerlo.
Escribo para no dejar de mirar y mantener la mirada transparente, para que algún día me conozcan mis hijos si no llego a leerles yo… Escribo para contar mi historia a través de otros, para dar las gracias por lo compartido y sentir que en cada una de esas historias hay algo (o mucho) de mí.
Escribo para releerme cuando pasan los meses o los años y seguir reconociéndome en cada una de las palabras. Qué adictiva es esa sensación! La sensación de cambiar sin dejar de ser fiel a lo que soy, quien soy y lo que algún día aspiro a ser. No quiero ser perfecto, pero sí quiero ser un imperfecto feliz. Y ahí sigo. Me sigues?

Así que como ves no voy a dejar de escribir, pero a pesar de tanto publicado sigo sin saber cuándo lo haré o cuándo pensaré que algo de lo que he escrito merece ante mis ojos ser publicado. El filtro es de todo como sencillo, ya lo has visto. Si me has leído ya me conoces. Y para mí seguir pensando así tiene el sin sentido de tener todo el sentido del mundo.
Días atrás un paciente al sentarnos en la primera sesión y como siempre hago pedirle permiso para hacer una breve presentación de mí y aclararle cualquier aspecto que deseara saber me dijo «no hace falta Jorge, sólo necesito saber si eres tú el que escribe en el blog. Saber si realmente esas palabras son tuyas».
-Sí, así es. Todo lo que has podido leer en mi blog es mío y soy yo -le contesté.
-Entonces sé de ti todo lo que necesito saber y pienso que he acudido a la persona correcta.
Nos miramos por unos segundos y en aquel instante sólo acerté a darle las gracias por leerme y por creer en mí a través de mis publicaciones. Y la sesión fluyó y aquel breve intercambio de frases sirvieron de presentación y de base para crear el clima de confianza necesario.
Cuando al día siguiente codificaba la sesión y escuché sus palabras pensé que no sabía que imagen es la que se había formado de mí. No contrasté qué sabía de mí o qué parte de lo que había leído le había hecho dar el paso de contactar conmigo. Pero también entendí que no se lo había preguntado porque no era él quien necesitaba esa aclaración sino yo, la sesión no era mía sino suya y mi curiosidad no era inocente sino totalmente condicionada.
Fuera cual fuera esa imagen soy yo. Tanto si está en lo cierto como si quiero pensar que no soy yo. Porque esas son mis palabras y mi manera de ver y vivir las cosas. Así que si en una publicación ven bondades soy yo, si ven sombras también soy yo.
No sé si he respondido a tu pregunta o si he ido generando nuevas. Y ahora que siento que estas palabras deben acabar aquí intento adelantarme a lo que pensarás de mi cuando lo leas.
No me lo digas, o sí.
Decide tú. Yo en algún momento volveré a publicar porque escribir no podría dejar de hacerlo.
Un beso muy fuerte. Nos vemos en el camino.
Jorge Juan García Insua