En una de las sesiones además esta tarde la persona que estaba en consulta ha finalizado la sesión dejando escrita una frase en un trozo de papel doblado. Esa frase era “y si nunca nos dejamos de querer” y ha sido su respuesta cuando le he preguntado qué se llevaba de la sesión de hoy.
Al recoger la consulta y prepararla para la siguiente sesión no me he dado cuenta que no recogía el papel doblado y ha quedado justo encima de la butaca, como si esa nota esperara a la siguiente persona.
Así ha sido. Cuando lo he acompañado y ha ido a sentarse ha visto la nota doblada, la ha recogido con cuidado y sin abrirla se ha acomodado.

Me he sentado enfrente suyo y me ha preguntado si aquella nota doblada era para él. En ese momento el descuido me ha resonado mucho pero sin pensar le he contestado que sí.
– Sí. Es para ti. Puedes abrirla y leer lo que dice, guardarla y decidir en otro momento si te apetece saber qué dice o sencillamente hacer como si no hubiera existido y traer a sesión lo que tú quieras.
– No no… quiero leerla.
Tras hacerlo se le han humedecido los ojos. Acariciaba el papel como si haciéndolo pudiera borrar las palabras…
He permanecido a su lado, respetando ese espacio de reflexión y emoción hasta que ha decidido empezar a hablar y el resto de la sesión ha fluido.
De una forma muy natural y mientras hacíamos el cierre le he preguntado…
– Qué te llevas de la sesión y que quieras compartir con la siguiente persona que se siente aquí?
Le he entregado una cuartilla de folio, ha escrito su mensaje y lo hemos dejado doblado sobre la butaca… esperando la primera sesión de mañana.
Al despedirnos me ha confesado que me agradecía que le reconociera mi “descuido” y que hubiera actuado con esa naturalidad. Le he comentado que había estado preparando la sala y que he tenido varios minutos delante esa nota doblada y por alguna razón no la he querido ver, de hecho, he sido consciente que estaba ahí cuando entrábamos en la sala y partir de ese instante de conciencia por alguna razón me he dejado llevar.
Ahora que acabo de despedirlo y que me siento mentalmente agotado me alegro de ese descuido y de la improvisada cadena de mensajes. No puedo dejar en pensar en la conexión que se ha producido entre estas personas. No se han cruzado, no se han visto, desconocen todo uno del otro… como nexo la casualidad, el azar y mi torpeza.
Un descuido por mi parte ha ejercido de mago y como todo pasa por algún motivo el mensaje ha resonado y removido en quien sin esperarlo ni pretenderlo lo ha recibido. Y yo como testigo.
El mensaje tiene mucho de “culpa” pero nada de esto hubiera sucedido si no hubieran llegado aquí dispuestos y convencidos que la sesión dependía tan de ellos como de su predisposición a que pasen cosas.
Una frase ha sido suficiente para conectar con aquello que necesitaba compartir y lo ha llevado por caminos que no se esperaban hasta llegar a disyuntivas y reflexiones que hasta ese momento no se había permitido plantear.
Con los años dejamos de lado nuestra espontaneidad, perdemos autenticidad, queremos controlar las emociones y creemos (por desgracia) que reteniéndolas nos hacemos dueños de ellas. Intentamos auto convencernos que en el control está la seguridad y sólo plantearnos movernos de ahí nos hace temblar. Y nos queremos menos…
Un cierre y una nota doblada esperando la siguiente sesión… qué curioso como todos los principios empiezan por un final. Así de caprichoso es el camino.
Jorge Juan García INSUA