
Estos días a raíz de mis últimas publicaciones he recibido muchos comentarios acerca de mi vida, todos emocionantes, cargados de cariño y especialmente ayer tras volver a publicar “Chache” en recuerdo de mi padre. Son todos ellos motivos maravillosos por lo que exponerme en estas publicaciones es de las decisiones más bonitas que he tomado en mi vida, y agradezco en el alma cada uno de ellos.
Uno de estos comentarios ha sido de una gran amiga que desde todo el cariño que me tiene que me ha regalado esta mañana una frase “con lo que yo me he quejado estos meses Jorge… y los palos que te ha dado a ti la vida. Le has dado tanto a la vida que te mereces todo el amor que ésta pueda darte por todo lo que tú le has entregado”. Removido me he quedado unos segundos en silencio pensando en todo lo que contenían esas palabras e inconscientemente le he contestado con otra… “el corazón no muere cuando deja de latir. El corazón muere cuando los latidos dejan de tener sentido”.
Siempre me ha resultado una frase muy inspiradora en la que me siento reflejado y refleja lo que me ilusiona en la vida. Tal vez sí que la vida en ocasiones ha sido dura conmigo y me ha dado lecciones que a menudo he tardado demasiado en aprender pero no más de lo que lo es con muchos otros y me gusta decir que todas esas vivencias, sean del tipo que sean, me han convertido en lo que soy y me han llevado donde estoy. Y siento que soy lo que quiero ser y estoy donde quiero estar.
La vida no tiene marcha atrás, guste o no solo tiene marchas hacia delante y a menudo falla hasta el freno de mano. La vida se transforma y te transforma. Te enseña que comenzar siempre da miedo y que un final triste puede venir un maravilloso principio. La clave es qué y quién es realmente importante para ti, qué decides llevar en tu mochila y con quién decides compartir el peso y el camino.
Recuerdo ahora un fragmento de un texto de Berth Hellinger que compartí en las redes hace mucho tiempo…
«La vida te desilusiona para que dejes de vivir de ilusiones y veas la realidad. La vida te destruye todo lo superfluo, hasta que queda solo lo importante. La vida no te deja en paz, para que dejes de pelearte, y aceptes todo lo que Es. La vida te retira lo que tienes, hasta que dejas de quejarte y agradeces. La vida te envía personas conflictivas para que sanes y dejes de reflejar afuera lo que tienes adentro.
La vida te corta las alas y te poda las raíces, hasta que no necesitas ni alas ni raíces, sino solo desaparecer en las formas y volar desde el Ser. La vida te niega los milagros, hasta que comprendes que todo es un milagro. La vida te acorta el tiempo, para que te apures en aprender a vivir. La vida te ridiculiza hasta que te vuelves nada, hasta que te haces nadie, y así te conviertes en todo.
La vida deja que te caigas una y otra vez, hasta que te decides a aprender la lección. La vida te saca del camino y te presenta encrucijadas, hasta que dejas de querer controlar y fluyes como rio. La vida te pone enemigos en el camino, hasta que dejas de “reaccionar”. La vida te asusta y sobresalta todas las veces que sean necesarias, hasta que pierdes el miedo y recobras tu fe. La vida te quita el amor verdadero, no te lo concede ni permite, hasta que dejas de intentar comprarlo con baratijas.
La vida no te da lo que quieres, sino lo que necesitas para evolucionar. La vida te lastima, te hiere, te atormenta, hasta que dejas tus caprichos y berrinches y agradeces respirar. La vida te oculta los tesoros, hasta que emprendes el viaje, hasta que sales a buscarlos. La vida te acorta, te quita, te rompe, te desilusiona, te agrieta, te rompe … hasta que solo en ti queda AMOR».
De las muchas cosas que me ha enseñado mi camino es que si voy para atrás que sea para entender, porque para vivir siempre… siempre… siempre… siempre hacia delante.
Y si quieres nos vemos en él.
Jorge Juan García Insua
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