
Me apetecía hacer una tarde de despedida… era nuestro último día después de un verano intenso e inolvidable en muchos sentidos. Así que cuando a media tarde he cerrado el portátil les he propuesto pasar nuestra última tarde paseando por la playa…
Mientras caminábamos hablábamos de todo lo que habíamos hecho este verano y al llegar a la altura del Carrer del Mar se han encontrado con una inmensa araña repleta de niños que subían por ella.
J rápidamente se ha ido a escalar por ella y P ha seguido sentado a mi lado. Me ha cogido fuerte del brazo, ha pegado su cabecita a mi estómago y me ha dicho flojito… “Sabes lo que más me ha gustado del verano? El día del túnel en la playa, ese día juntos fuimos más que imposible”. Y mi corazón se ha parado y emocionado a partes iguales recordando aquella tarde día atrás.
Aquella tarde de playa cansados de luchar contra las olas se dispusieron a construir un túnel, su objetivo era hacer unos agujeros tan profundos como pudieran y unirlos con un túnel sin que la arena se viniera abajo.
Mientras cavaban como si la vida les fuera en ello y el nivel de arena en su cara empezaba a ser preocupante un Señor se puso al lado mirando. Y a los segundos se les acercó y dijo “Dejadlo. No lo conseguiréis. Se hundirá el túnel antes de unir vuestras manos. Imposible.”
P me miro triste y miraba a J… “y vais a dejarlo solo porque os ha dicho que no se puede? Y si podemos y juntos hacemos lo imposible? – les dije intentando animarlos.

Y ahí me fui. Ni recuerdo la última vez que había hecho algo similar… y los tres comenzamos a cavar y cavar hasta donde mi brazo dio y con dos agujeros separados por casi un metro comenzamos poco a poco a unirlos con un túnel… y mientras el susodicho nos miraba y unos niños empezaban a hacer corrillo animándonos.
Finalmente conseguí quitar el último puñado de arena y metiéndonos literalmente en el hoyo conseguimos unir nuestras manos en medio del túnel. Fue de esas imágenes que valen un verano. Saltaban, aplaudían, gritaban y lo hacían alrededor todos los niños que hacían corro… y nosotros llevados por el momento brazos en alto como en una escena final de Rocky.
“Papá! Papá! Juntos somos imposibles!!!” – gritaba alegre P saltando por la arena.
Y el susodicho aplaudía y reía.
No he conocido un niño que no sueñe con conseguir grandes cosas, con inagotable capacidad de superación e infinita determinación para perseguir sueños. Nos pasamos parte de la vida buscando y leyendo frases del empoderamiento que hemos ido perdiendo por el camino, y a veces, sobran unos puñados de arena mojada y dejar la vergüenza en la toalla para recordarnos que cuando nos aceptamos tal como somos, con nuestras virtudes y habilidades, somos capaces de casi cualquier cosa. Siempre hay alguien con la chispa necesaria para encendernos y llevarnos más allá. Lo esencial… no dejemos de soñar porque casi nada bueno sucede en esta vida si no lo hemos soñado antes. Y es tan bonito cuando sucede…
Cuanta razón tenía Albert Schweitzer cuando dijo “la edad arruga la piel pero renunciar a los sueños arruga el alma”.
Aquella tarde no pensé que le había causado tanto impacto lo sucedido a P… su frase me parece tan maravillosa como genial y resume a la perfección muchas de las ideas y valores de las que intento ser ejemplo para ellos.
Lo imposible va ser olvidarla y no llevarla grabada… Gracias J, gracias P por hacer del paseo un momento tan especial. Seguiré intentando y me esforzaré para que no se vayan a la cama sin sueños por cumplir, ellos forman parte indivisible de los míos.
Esta noche nos vemos en los sueños… juntos es imposible que se nos arrugue el alma.
Jorge Juan García Insua