
Hoy me ha enviado un mensaje para felicitarme la Navidad… como el pasado año el primero en llegarme ha sido el suyo.
Nuestros caminos sólo se cruzaron poco más de una hora… una amiga de una amiga de… le recomendó, insistió que viniera a hablar conmigo… y aquella tarde lo hizo.
Al abrir la puerta me encontré con una chica menuda de grandes ojos redondeados y ligeramente maquillados, sonrisa tímida y enorme. Pero lo que más me llamó la atención era su voz, suave y melosa a pesar de tanta timidez.
Cuando nos sentamos me presenté y como siempre hago antes de entrar en sesión le di opción a que me preguntara cualquier cosa que necesitara saber de mí… “Esa guitarra que tienes en la entrada… es tuya? – me preguntó.
–Sí, sí lo es. Me la regalaron mis padres siendo yo adolescente y más allá de lo musical tiene un significado muy especial para mí. Como lo tiene el que la tenga ahí, a la entrada de mi casa. Contesté.
– Me encanta Jorge… la música y sobre todo la guitarra acústica son todo para mí… es como una forma de comunicación, de hablar, expresarme… creo que es la forma en la que mejor me expreso y me hago entender – explicaba medio susurrando.
Casi sin necesidad de más me explicó que se sentía bloqueada, confusa, incluso vacía… Se había dedicado en cuerpo y alma a la música hasta que un desengaño le había hecho perder la ilusión y no encontraba la forma de seguir, de superar el dolor y la angustia. “Ahora… me siento pequeña, como si me faltaba algo… no sé, supongo que te parecerá una tontería venir aquí por esto, pensarás que estoy loca”. Y sus palabras se empezaron a hacer escasas, me miraba y podía escuchar su silencio. La observaba sereno y conectaba con sus miedos. Sin saberlo ella le regaló una canción, y aquel se convirtió inesperadamente en el último de los regalos entre ellos.
-Se me ocurre algo… ven, siéntate aquí en el suelo conmigo, pongamos la manta y ponte cómoda… – le dije mientras me miraba extrañada. Ahora que lo pienso sonó un poco “raro”…
Me levanté y cogí la funda de la guitarra, me arrodillé delante de ella, saqué la guitarra y unas púas y se la entregué con cuidado… Recuerdo que la cogió con el mismo cuidado mientras me miraba sonriente, la acarició y mientras se la acomodaba empezó a afinarla y de forma natural sus dedos se deslizaban y me regalaban arpegios… Bien… para qué has venido hoy realmente? – le pregunté.
Y empezó la actuación… Tempo de corcheas. La sesión se musicalizó y sus palabras se acompañaban de notas que nunca hubiera podido imaginar salieran de mi guitarra. Entre compases, blancas, negras, escalas improvisadas y suaves rasgados la sesión tomó forma y sentido. Ella susurraba, hablaba, entonaba, lloraba, se sumergía en silencios para retomar puestos y estribillos… mientras sus dedos impulsiva e inconscientemente se deslizaban por los trastes.
Recuerdo mientras me formaba como uno de mis maestros, Jordi Vilà nos explicaba la conexión entre coach y cliente con una metáfora… cuando una sesión tiene magia y conexión “bailas con el cliente”nos dijo. La primera vez que pude sentir que baile fue en una sesión en un banco de una plaza cercana a la escuela donde me formé… la segunda fue ésta y hoy, al coger la guitarra en el mismo lugar de mi comedor dónde la cogió ella el recuerdo de aquella hora ha sido tan intenso como entonces. Y el recuerdo de aquella experiencia me ha hecho bailar otra vez.
No la vi más, le bastó una sesión para romper su bloqueo y recuperar la voz de sus emociones y sentimientos. A pesar de eso, la distancia y el tiempo pasado aquellos acordes nos mantienen conectados todavía.

Esa felicitación es la excusa para volver a conectar y escuchar de mi memoria la música con la que llenó aquella lejana, única y primeriza sesión… si es que puedo llamarla así… tendré que preguntárselo a Jordi…
Es mucho lo que aprendí en aquellas clases y mucho lo que entendí que me quedaba por aprender… pero difícilmente poder olvidar que la sensación de saber que estás bailando con y para otra persona es muy especial.
Y sí, tenías razón Jordi. Hay magia en esos momentos y te acompañan para siempre.
Alguien escribió eso de que sin música la vida sería un error. Cierto. Es el lenguaje universal para todas las emociones, que no surgen de la música sino que viajan en la experiencia sonora a la que quedan prendadas. La música para ella era un mundo en sí misma, un lenguaje infinito que él no supo o no quiso entender… sólo tenía que cerrar los ojos y escuchar, escuchar lo que no se dice, lo que se toca… y te toca.
Que la música te acompañe siempre…
Jorge Juan García Insua
“Cada persona es el reflejo de la música que escucha”. John Lennon
Leerte y después conocerte cambio mi vida y mi forma de ver a psicoterapeutas y coach.
A mi también me dijeron una vez no estás bien, ves a ver Jorge, no es como los otros… y tenían razón, no eres como los otros.
Aquellas sesiones contigo me sacaron de aquel agujero y me acompañaste a tomar las riendas de nuevo. Muchos somos los que estamos en deuda contigo, de esas que como tú a veces dices nunca se llegan a pagar.
Gracias por seguir escribiendo, emocionándote, compartiendo trocitos de tu vulnerabilidad y teniendo esa vocación de volcar tu poco tiempo libre en ayudar a otros.
Hoy me has llevado a las sesiones que comparti contigo y a recordar el «camino» recorrido.
Sigue haciendo lo que haces.
Un fuerte abrazo
Mariona
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Emocionante y emocionado.
Sin palabras.
Soy yo quien debe darte las gracias por exponerte y hacerlo de la forma que lo has hecho.
Que alguien se tome la molestia de escribirte y darte las gracias de una forma tan bonita cubre más allá de lo imaginable cualquier deuda que pudieras creer tener… que tal vez no era conmigo sino contigo misma y que hace ya algún tiempo fui testigo de como la dejabas saldada.
Un beso
Jorge
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