
La primera vez que me llamaste me dijiste que eras raro y que te habían dicho que era casi tan raro como tú y cuando aquella noche descolgué a tu llamada:
–Eres Jorge?
-Sí, soy yo
–El psicólogo y Coach?
-Sí… al menos coincide con el Jorge al que estás llamando
–Hola, A me ha dado tu teléfono… quiero que me ayudes a morir en paz conmigo mismo…
En nuestra primeras sesiones recorriste el difícil camino de la negación. Te agarrabas a ella porque creías que te «protegía» y evitaba tener que aceptar decisiones y te permitía seguir evitando relaciones. Al mismo tiempo te aterrorizaba irte sin resolver esos temas que te quitaban el sueño y la vida.
Recorrimos ese camino juntos mientras superabas el temor a fallarte a ti mismo y paso a paso fuiste soltando lastres hasta encontrar las respuestas a qué querías y qué necesitabas hacer para poder ir «en paz» cuando llegara el momento, pero «sin prisas» como sueles decir.
Así acabo tu primer proceso.
Hoy querías empezar un segundo y me pediste que lo comenzáramos en el hospital, porque no querías retrasarlo y porque una sesión conmigo te ayudaría a romper la lenta dinámica del día de día. Esta vez estabas muy centrado y con las ideas muy claras de lo que querías conseguir.
Vernos y conectar de nuevo ha sido muy fácil, cómo si no hubieran pasado semanas desde la última vez y me has dicho que esta vez querías trabajar la culpa y el sentimiento de que que puedas morir sin haber tenido algunas conversaciones que para ti son necesarias, que te atormentan unas y temes otras, y que llegado este momento no sabes cómo enfocarlas o si conseguirán lo que pretendes.

Al hacer este tipo de sesiones habitualmente me encuentro que la persona que está en fase terminal de un enfermedad tiende a aislarse y apartarse de las personas con las que ha convivido o relacionado según la muerte se acerca. En tu caso en lugar de desconectarte haces todo lo contrario, y necesitas reconectarte con esas partes de tu vida que durante años crees que no has atendido o que no has estado a la altura. Hoy has tomado conciencia que cada vez que te conectas con uno de esos «pendientes» te recolectas con una parte de ti que mantenías oculta y silenciada.
Ha sido una sesión llena de pasos y emoción donde has recorrido caminos y decidido no rehuirlos y recorrerlos con seguridad y esta vez sí con la cabeza alta. Para mí ha sido un lujo caminar hoy contigo y todo un aprendizaje.
Al finalizarla han pasado cosas en forma regalo…. Te he preguntado cómo querías acabarla y me has dicho que en silencio y con un abrazo. Así que en silencio nos hemos levantado y mientras nos abrazábamos miraba por la ventana de tu habitación… y no he podido evitar que mi mente se clavara en el recuerdo… planta quinta del hospital… demasiadas cosas han sucedido en esa planta que pertenecen a mi propia historia y cómo todo eso conectaba ahora con la tuya.
Sé que lo has notado, lo sé porque has hecho más fuerte tu abrazo. Y con el mismo silencio te he dado las gracias, de corazón, por abrazarme y reconfortarme.
Y cuando has sentido que los dos estábamos preparados me has hablado…
–Sabes Jorge… sigo pensando que me cobras muy poco
-Bueno… hasta donde sé creo que aún no te he cobrado nunca y que siempre te he insistido antes de vernos cada vez que eso es algo no tengo intención alguna de cambiar. Hay momentos en esta vida a los que no podemos poner precio, tus sesiones considero son una de ellos
–Por eso… eso es demasiado barato. Piensa que si no lo haces ahora una vez muerto y sabiendo lo que sabes sobre mis herederos tal vez no cobres nunca
Le sonreí y nos reímos mientras nos abrazamos de nuevo… y he replicado…
-Sabes mis padres me enseñaron a no vivir de herencias y no haré una excepción con la tuya
–Y no te dijeron de qué podías vivir?
-De aquello que hiciera bien… y en esa búsqueda estamos…
Me ha dado la mano con firmeza y me miro asistiendo con la mirada.
–Tenían razón cuando me dijeron que eras más raro que yo…
-Eso viniendo de ti es el mejor de los cumplidos que alguien puede decir de mi
–Me alegro mucho de haberte conocido justo en esta fase de mi vida, o de lo que me queda de ella. Y mira que no sé bien bien cómo haces eso que haces ni lo que eres
-Hace poco me dijeron que “somos lo que creemos y defendemos”, espero algún día estar a la altura para decir algo así y de sea lo que puedas decir de mi
–Ya lo estás… a mi me echarían de ese club! A ti deberían hacerte Presidente!
Y nos volvimos a abrazar.

–Nos estamos poniendo tiernos “doctor”… y mira que está quedando grabado…
-Sabes que puedo pararlo cuando tú quieras…
–No! No, así puedes luego escribir sobre ello… -riendo escandalosamente. Pero eso sí, si lo haces llámame M, no quisiera aqui una fila de fans asaltando la habitación..
-Intentaré recoger el guante…
–Te seguiré insistiendo… lo de pagar
-Lo sé. Y sabes que siempre te daré la misma respuesta. Pero sí te pido algo…
–Tu dirás
-Todavia no es un buen día para morir
Se rio y me disparó con el dedo mientras se acomodaba en la silla.
–Muy bien «doctor», pero no me lo pidas muchas veces más, no quisiera faltar a mi palabra.
-Piensa en cuantas veces en tus sesiones aparece la muerte y en cambio cuántas y cuantas hablas de vida…
–Coño Jorge! Es verdad! Ves como eres raro
Tiempo atrás tomé conciencia que era muy afortunado de poder vivir tres vidas y de sería muy tonto no aprovechar esta y esperar a una cuarta, pero desde que acompañó a M en su proceso y acabo una sesión pienso que cada hora que pasa conmigo me regala una más.
Y ese M es el motivo por el que no puedo cobrarte… ¿Qué debería yo pagarte a cambio? ¿Cuál es el precio de una hora de tu vida? ¿Cuál es el precio de lo que me llevo?
Ni en 1000 vidas tendré suficiente para pagarte.
Ahora ya lo sabes el por qué.
Y sé que harás lo imposible para cumplir tu palabra. La vida se juega siempre en campo contrario, y si te atreves a jugarle de tú a tú y resistir, tal vez no ganarás, pero tendrás siempre la posibilidad de empatar… y hay empates con sabor a victoria.
Joder… ahora soy yo quien necesita un abrazo.
Jorge Juan García Insua