Hoy no tenía previsto hacer ninguna sesión pero me ha llamado pidiéndome cita y no ha sido como muchas otras llamadas. Tal vez era la mezcla del tono de su voz, su educación, la decisión con la que me hablaba y sobre todo una última frase… “he perdido todo lo que podía perder en esta vida y no quiero irme triste de ella”.
Ha entrado tímida en la consulta y al acompañarla a la sala se ha fijado en una foto donde estoy con mis hijos y un paje real que adorna la mesita de la recepción. La ha cogido, me ha mirado y “sabes que éste tiene tu mirada? Dulce y pícara”. Si empezamos sacándome los colores no acabaremos bien – le he dicho. Y con la misma complicidad le he mostrado dónde podía sentarse.
Al sentarse y mirarla he notado vidriosos sus ojos. Le he acercado la caja de pañuelos y le he pedido permiso para presentarme, explicarle quién soy y cómo trabajo. Al finalizar me ha dicho que me había conocido por una vecina a quien le he preguntado si conocía algún psicólogo de la zona y le había hablado de mi, que no me conoce pero que me seguía “por eso de internet” y que aunque tenía cierto miedo porque nunca había ido a uno y más miedo de pensar que estaría loca le había convencido la conversación que habíamos tenido, que había sido muy amable y le había parecido buena persona.
Le he pedido permiso para grabar el audio de la sesión y le he preguntado en qué podía ayudarla.
– Tengo 82 años y empiezo el año sin nada. Sin nada porque durante el año pasado perdí todo lo que podía perder. Yo también estoy perdida, muy perdida. El 25 enterré a mi hermano, tenía 5 años menos que yo y no queda nadie más. Ha sido un año muy malo Jorge. He enterrado a 5 pero mi hermano era lo que más quería en este mundo. Nadie me comprendía como él, me prometió que no se iría antes que yo… pero no pudo cumplir su palabra. Un cáncer. No le dieron ni tratamiento, supongo que no compensa cuando eres tan mayor, pa’ qué… y él de lo bueno que era no se quejó. He rezado tanto para que se quedase… para que se me llevara a mi primero…
Después de Reyes murío una amiga, la última que me quedaba. Se fue sin que nadie se diera cuenta, así de sopetón… Dos primos, una sobrina a que quería con locura, mi cuñada… y al final mi hermano.
¿Sabes qué sucedió? En el sanatorio solo estava yo y algunos vecinos, que ni conocía Jorge. Solo yo de todos los que éramos. El virus se llevó muchos por delante, quedamos los más viejos… no sé pa’ qué? Por qué no se nos llevó a nosotros? Ya lo teníamos todo hecho, pero no a ellos. Estaba allí delante del cuerpo y me sentí sola, pero sola de verdad Jorge. Nadie me llamará ahora, él ya no puede. Lo hacía cada mañana. Debían faltar ángeles por Navidad y se lo llevó… Creo que nunca había sentido tanta tristeza, Dios sabe lo que he llorado este año pero esto… pa’ qué tanto llorar. ¿De qué me ha servido Jorge?
Y pensarás que estoy loca pero ahora pienso en el que pudo ser mi marido. No lo fue, no quise. El siempre siguió enamorado de mí pero siempre me dio miedo, pensé que no lo haría feliz. No quise saber nadie más de nadie, él tampoco. Cuánto lo echo de menos… se fue ya hace 10 años. Nadie me ha querido como él, pero no era fácil o lo hicimos muy dífícil.
He ido a la doctora y quería darme pastillas… porque a mi edad… ya sólo pastillas. No quiero pastillas pero no sé que hacer Jorge… qué hago yo ahora? Para qué sirvo? Yo no sé estar triste.
(Llanto)
No lo entiendo, no entiendo verme así y no sé hacer otra cosa que sentirme triste, ya he estado así mucho y no quiero estar así, no quiero morirme así. No quiero vivir estando muerta y tal vez tú puedas ayudarme.
No quiero morir respondiendo a todos que estoy bien… hace tanto que deje de estarlo…
(Llanto)
(Silencio)
He empezado el año respirando hondo y callando mis pensamientos. Tras despedirla pensaba en cómo de difícil es encontrar nuestro sitio, nadie nos lo explica, venimos sin manual y a menudo en lugar de parar y buscarlo decidimos seguir corriendo.
Demasiadas perdidas y demasiada resistencia a sentirlas en una vida. La tristeza es muy puñetera y tiene mala leche. A menudo se empeña en mostrarnos lo que deseamos y no podemos o no sabemos tener… aquello que en realidad más amamos aunque sepamos que lo hemos perdido.
Es la emoción más importante del alma y la que más nos cuesta aceptar. La vemos como algo negativo y desolador pero es tan incapacitante como motivadora. Nos arrastra hasta tocar fondo y desde ese suelo nos ayuda a echar raíces y mirar hacia arriba.
No podemos impedir sentirnos tristes y se vuelve dañina cuando la negamos, cuando nos auto convencemos que hemos de ser fuertes, que no nos vean llorar o que podemos con todo. Con todo sí solo que a veces no con todo al mismo tiempo, estemos o no tristes.
Qué cosas tiene la vida que ha hecho que precisamente ella fuera la primera persona en entrar este año en mi consulta. Un día que no iba a pasar consulta. Ha mirado hacia dentro ella y me ha llevado a mirar hacia dentro yo.
He conocido jóvenes cansados de la vida y mayores que se merecen dos de regalo para poder vivirlas. Tengo la de sensación que el año me ha puesto una de estas personas delante… llena de luces, sombras y la valentía de querer explorarlas y compartirlas conmigo.

“Las personas ricas en lágrimas son buenas. Apartaos de todo aquel que tenga seco el corazón y secos los ojos” — J. Wolfgang von Goethe
Jorge Juan García Insua