Destacada

La sonrisa caótica de las mariposas

«Existe un breve momento en la vida en el que te sientes más perdido que nunca. Ese momento es el principio de un encuentro«. Daniela Riviera Zacarías.

Me he quedado mirando un cuadro. Mariposas… manos… y me pidió que pintáramos algo juntos, sentí vergüenza y admiración a partes iguales. Lo primero por mi creencia de no dar el nivel, lo segundo por lo reconfortante que alguien que admiras te pida compartir algo tan personal.

Admiro a las personas que saben pintar y esto sólo se puede entender si te has puesto delante de una hoja en blanco, con tus lápices o pinturas y dejas que tus manos conecten con tu mundo interior, ahí donde se libran las batallas, donde tienes más que perder que ganar y dónde cada línea, cada color… es un rastro de lo que hay dentro de ti.

Tener la hoja de mi viejo bloc en blanco delante me lleva a una sesión donde ella cogió uno de los folios que tenía sobre la mesa, un lápiz y mientras aquellos ojos grandes tenían la mirada ausente empezó a dibujar líneas. A primera vista no tenían sentido. Algunas era feroces e impulsivas, otras suaves, lentas, sinuosas… dejó el centro de la hoja limpia, en blanco…

Su rostro se serenó. Me acerqué ligeramente y fue suficiente para que cambiara el dibujo por las primeras palabras….

Así estoy por dentro… Hay días que todo es caos, mi vida, mis relaciones, mi trabajo… y no sé qué hacer para poner orden -mientras su mirada volvía a perderse en las líneas que acababa de dibujar.

Me acerqué un poco más, en silencio y mi mirada le decía que estaba allí para ella. Pasaron los minutos y mirando su rostro percibía como por él pasaban todas las sensaciones posibles. Finalmente respiró hondo…

¿Sabes por qué no he puesto nada en el centro?

– No -dije.

Iba a poner su nombre -dijo con tono de sorpresa y la voz baja mientras sus ojos se humedecían. Como si la culpa fuera suya, pero en realidad es el mío el que debería poner. Es mi caos! Llevo demasiado escondiéndome en mi caos.

A partir de ese momento cada palabra suya iba acompañada de una nueva línea que poco a poco iba uniendo aquellos trazos exaltados. Y lo que antes parecían muestras de frustración empezó a dejar al descubierto el miedo a perder a la persona que quería, el miedo a que cicatrices del pasado se abrieran, la soledad emocional que se escondía en unos día a día frenéticos y agotadores, sentimientos tan profundos que ni ella había podido ni querido acceder. Aquel desastre inicial tomó forma de un dibujo barroco y de ensueño, lleno de formas increíblemente enlazadas a base de tonalidades y en el centro dibujó un corazón.

Al finalizar la sesión se quedó mirando su dibujo y a mí. Ahora su mirada era limpia y transparente.

– Déjame que te pregunte… coges el dibujo y percibo en tus manos que dudas. Qué deseas hacer con él? -pregunté

Pensaba que te lo quedarías…

– No… Es tu sesión y es tu dibujo. No me corresponde a mí decidir sobre ella ni sobre él -contesté.

Cogió el folio, lo dobló y lo rompió en decenas de trocitos que dejó sobre mi mesa…

Siempre has dicho que si quiero cambiar algo he de hacer algo diferente a lo que he hecho, no? Pues punto y aparte. Empecemos con un folio nuevo, en blanco…

Son muchas las emociones que de intensas nos nublan y nos desesperan. Unos escribimos para salir de esa espiral y encontrar el camino, otras personas necesitan encontrar su forma de conectar con la serenidad de un lienzo en blanco y lanzar una recta a la línea de flotación de su inconsciente. En esos momentos nos falta la serenidad para ver más allá y el dibujo desahoga y tiene un increíble poder restaurador. Dibujando aprendí que la espiral nos lleva más hacia atrás que hacia delante y que no hay crecimiento ni evolución sin retroceso.

A menudo nos presionamos pensando que debemos encontrarnos a nosotros mismos y nos negamos el permiso a perdernos. Nadie se encuentra sin haberse perdido muchas veces, dibujado muchas espirales y pasado por muchas curvas… pero reconocerlo es un acto de respecto hacia nosotros mismos y fortaleza interior que nos hace vulnerables. Y la vulnerabilidad es un abrigo pesado de bolsillos llenos de incertidumbre difícil de llevar.

El camino a menudo no es recto pero no olvides que las sonrisas más bellas están dibujadas sobre curvas…

Jorge Juan García Insua

El título lo pones tú

Te invito a una fiesta. No te voy a decir quienes serán los invitados, sólo que seré yo el último en irse a dormir y si vienes tú no invitaré a nadie más. 

He diseñado la invitación. Personalizada para ti. Tiene el dibujo que dejan mis dedos en el aire cuando te recuerdan y esa sensación de querer saber más. Tan grande como curiosa no tiene fecha ni hora y se muere de ganas de sin saber o sabiendo lo que sabes digas que sí. A todo que sí.

Te invito a desnudarte y acercarte a mí. Dejar de pensar y llenarte al sentir. Romanticismo desbocado para taparte y abrigarte con el desconocido que se esconde en mi y despertar sabiendo que huelo a ti y que te olerás en mi… Qué bonito el silencio roto por respiraciones…

Y entre respiraciones sólo me saldrá decirte que sí, a todo que sí.

Te invito a mirarme cuando quieras repetir. Desnudar mis ojos y retar a lo que tenga que venir. A pensar que no has rentabilizado el vestido, a buscarlo e intentar recordar si te lo quitaste, te lo quité o se dejó ir. Se abandonó como yo me abandono a ti. A sonreír cuando te diga que le susurré si le apetecía y me dijo que no quería saberlo todo, que fuera lo que fuera me diría que Sí.

Te invito a descubrir que allá donde tu cuerpo descansa las sábanas se llenan de purpurina, eres la vida a la que no quieres soltar la mano. Invitada estás a convencerme de no buscar mi cabeza, esa que perdí por ti. No la necesito ni para respirar. Tal vez de madrugada quieras bailar encima de mi… kizomba con aroma a bocas juntas. Ojos cerrados, un colchón y calor.

Si la aceptas soñaré que hoy no saldrá el Sol, que entre mis brazos duermes feliz, que a pesar de las miles de velas que encendí bajo las mantas de vaca la Luz sale de tu piel, que así sois las estrellas, astronomía natural recorriendo con las manos calientes y mi alma prendida. Verborrearé y repetiré que no me importa nada, nada que no sea abrir los ojos y a mi lado estés tú.

Todo por Sí. Por ti a todo que Sí.

Te invito a despeinarte conmigo en un mundo de 1,90×2 a años luz del universo que se olvida de nosotros. Un mundo de amor para gigantes. Sábanas de mariposas para un tiempo de alas que se alimentan de uno y otro despertar. Una vida para dejarme conocer, para descubrir tu dimensión y buscar hadas en tu piel… todo a cambio de un Sí. Un Sí que despeje las dudas que me quedan, que me abrace y me reconforte cuando pienso que me queda mucho para saber cómo amarte suficiente.

Te invito de dejar de correr por los demás, a parar un instante y ver quien corre por ti. A parar y ver cómo mi tristeza se alegra de sentirte cerca. A escuchar mi silencio sonreir, dejar la razón y dejarte llevar por el corazón a ninguna parte, a ninguna dirección, a ninguna ciudad. No necesitas mapas en este colchón ni mirar para verme y sentir como pronuncio con la mirada que muero de ganas de volver a verte.

Yo rezaré para que ese camino se cruce con este mundo ensabanado, ese del que eres patrimonio y especie en extinción. No esperes más de lo que ves, impaciente y vacío por instantes en que lo doy todo de una vez, que no quiero dejar nada para mañana y me retro alimento a base de imaginar que el sin sentido y el sentimiento abrazaron tus miedos y los míos… al menos una vez. Sí?

Hace tiempo que a todo momento gritaría Sí. No somos eso? Momentos. Sís. Sí a todo lo que ves y a lo que cierras los ojos para no ver. Sí a todo… que se enteren todos los mundos antes de que pase esta vida a la velocidad de un segundo. Cada segundo un millón de Sí.

Y si pasa dolerá.

Como duelen los sueños que no perseguimos, que no reconocemos y acaban despertando. Eso no. No puedo, no quiero, no deseo, no podría, no lo diría. Ante de que eso suceda te digo que Sí. Sí a las ganas. Siempre Sí.

Sólo sabría decirte que Sí. Una noche soñé que moría sin ir a por todo y desperté llorando no haber ido por ti. Sabías que la memoria está en la piel? Pregúntale a la mía. Le sobran las ganas de intentar e intentar.

Si vienes deja el fuego encendido. Caliente yo. Contigo. Si entro es que todo no está perdido. Contigo hay motivo. Contigo me siento vivo. te pienso y mi inventa escenas donde nos perdemos y no nos dejamos de encontrar. Mi mundo en cuatro tiempos y no dejamos de… bailar, bailar, bailar…

Haz silenciar mi cerebro y que se desborden las emociones que un día me llenaron de ti. Invítame a admirarte y ponerme de rodillas mandando a la porra todo lo que la vida hace complicado. Eres un millón de puntos de encuentro entre tu cuerpo y mi sed. Beberte es respirar.

A todo que Sí y el resto de mis días pensaré en ti antes de ir a dormir. Te he invito a dormir conmigo. Cerrar los ojos y soñarme casi transparente, acariciándome el cabello mientras yo pienso en cómo tu ausencia me asusta y solo cuando estás dejo de tener miedo. Todo por un Sí.

Te invito a quitarme las ganas de pensar que pueda llegar a querer a alguien más. Invitada estás. A quedarte, a acurrucarte otra vez en mi pecho, a veces de acero, rearmado y a prueba de balas y otras de arena remojada con olor a papel transparente, a darte la vuelta y ofrecerme la espalda, a dejar que me esconda en ella y me convierta en una sombra invisible que solo sabe darte calor. A marcharte y salir sabiendo que no dejaré de mirarte, así como sabes que no sé hacerlo de otra manera, parado sintiendo que empieza mi calvario, ojos cerrados para no ver demasiado, deseo silencio de que te des la vuelta, te lo pienses y quieras deslizar tus dedos por mi mejilla y llevarte a los labios lo que quede de mi, que nunca será demasiado porque nadie se vacía dos veces en cada vida. Hagas lo que hagas este será para ti tu sitio.

Te invito a no quererme para ti pero quererme contigo. Una invitación a hacer que merezca la pena y a todo que Sí. A besarme y dejar de leerme.

Hazlo y diré a todo que Sí. Sin pretender ser consecuente ni con dos dedos de frente quiero que entre todas tus opciones me elijas a mi, para todo a mi. A escuchar cómo cuentas nuestra historia. Mis votos dicen Sí. A ti. A todo que Sí.

Invitada estás…

Jorge Juan García Insua

La primera vez

Hoy ha sido su primera sesión. Antes por primera vez y alguna razón supo de mi. Antes hubo el primer paso.

Alguien a quien quiero mucho ha tenido su primera entrevista para un trabajo que la ilusiona mientras alguien tenía su primera entrevista conmigo. Y yo con ella.

Comía y alguien me ha escrito un WhatsApp… “me ha dicho que sí” y durante esta tarde se han dado el primer beso.

En una cafetería me ha servido un café, alguien que a todas luces era su primer día… y diría que su primer empleo y su primer café…

Mientras escribo esto alguien me dice que me ha leído por primera vez y que ha llegado a la conclusión que la primera vez que la hicieron daño fue culpa de otro, la segunda sólo suya.

Hoy le he dicho a alguien que siempre que te veo me vuelves a gustar como la primera vez.

Cada vez que tengo un niño en sesión alucino con sus ganas de hacer algo por primera vez, la fuerza de su imaginación, la excitación y las ganas de que llegue al día.

Muchos adultos llegan a terapia por miedo a la primera vez… en algunas ocasiones porque han dejado pasar la oportunidad de demasiadas primeras veces.

Mañana veré a alguien por última vez y sé que recordaremos cómo fue la primera. Por primera vez no podré contenerme delante suyo.

Un día conocemos a alguien que nos hace sentir que no sabíamos nada y que aquella primera vez tal vez no fue la primera.

Así que esto va de eso… de primeras veces. 

Todos hemos escuchado eso “la primera vez nunca se olvida” y al mismo tiempo tiene algo de magia. Tal vez sea porque mientras somos pequeños nos mueve la inseguridad, la lógica falta de experiencia, la inconsciencia, la curiosidad… y cuando crecemos el miedo, el recuerdo de errores, el peso de la mochila, estereotipos, creencias, la dichosa zona de confort…

Puedes recordar tu primera vez? Cuando fue la última vez que hiciste algo por primera vez?Qué emoción asocias a ella? Ahí tienes el para qué.

Todos los días suceden primeras veces. A nosotros y a quienes nos cruzamos pero poco nos paramos a disfrutar de ellas, a saborearlas, pensar o aprender de ellas. Vamos perdiendo el poder de ponerlas en valor y coger perspectiva, de hacerlas eternas.

Cada primera vez nos abre una puerta, nos enseña algo y decidimos si queremos que haya una segunda o si la cerramos. Aunque repitas nada será igual. Puede ser que sea mejor pero no tendrá ese aroma de la primera vez.

La primera vez que he compartido que el título sería “La primera vez” me han dicho que todos pensarían que esto va de sexo. Si han llegado a leer hasta aquí por primera vez muchos se habrán defraudado de leerme.

Otros muchos pensarán que esto sólo es fruto del exceso del café o que es lo más parecido a una paja mental, y lo cierto es que sólo quería escribir algo que comenzaba así…

…Deseo que todas las primeras veces que le quedan a mi vida sean contigo…

… porque todas tus primeras veces son para siempre.

Jorge Juan García Insua

Un guante para un gusano

En el mundo existen personas emocionalmente intensas. Este fin de semana me han dicho que yo lo soy. Reconozco que no es una novedad, no es la primera vez que me lo dicen ni que yo lo digo. Pero esta vez ha sido distinto.

Tal vez porque quien lo escucha es distinto, porque estoy en un momento distinto o porque quién me lo ha dicho tiene el «poder» de hacérmelo retumbar y remover. Me ha tirado un guante y claro, yo lo he recogido.

«Lo que sucede Jorge es que tú eres intenso para todo. Si lo ves claro, si lo sientes como tú dices te vuelcas y vas hacia ello pase lo que pase. Si lo sientes no tienes medida. Arrastras y podrías estar así toda la vida si te mantienes motivado y sientes que eso es lo que quieres… y que te quieren. Pero ayyyyy si no es así…

Si no es así y te vacías y sientes que ya no te queda nada, que lo has dado todo, si crees que ese ya no es tu sitio, que no tienes nada que dar o peor… que no lo darás bien…o que no te lo dan bien. Lo niegas, te lo niegas y es natural que sea así. Dejarás de sentirte libre para ser, ofrecerte, crecer y probar y sentirás la necesidad de convertirte en otra cosa… en eso que tantas veces hablas cuando escribes, en mariposa. Y entonces ese tío super volcado se vuelve gusano por necesidad. Se convierte en lo más práctico que te puedas encontrar, hasta distante puedes parece si no se te conoce.

Capaz de dar un paso atrás o lado, desaparecer, reconocerse, reinventarse… porque ese gusano para salir de donde se ha metido necesita volver a soñar, a enamorarte de algo, de alguien y volver a ir a por todas. Eres un romántico empedernido (y muy piscis) como también dices, para lo bueno y para lo malo. Puedes estar así el tiempo que consideres, sin querer dar un paso en falso. Esperas el momento, tu momento. Y cuando sientes que es, que ese y lo sabes sin dudas, te muestras tal cual eres. Dispuesto a dar, a querer y dejarse querer. Y cuando quieres solo sabes querer… como dices tú… bonito. Sin fisuras. Llevas la fidelidad y el compromiso grabado a piel, ese que has visto en lo que antes que tú te lo enseñaron y veneras en tu padre, en tu tío como he leído o en aquellas personas anónimas para todos menos para ti y que te inspiran. Sobre las que tanto escribes. Te ves a través de ellas.

Tan prudente como explorador, imaginativo, emocional, confiable, sensitivo, dulce, empático, compasivo, amable, débil por fuera y tan tan tan fuerte por dentro… pero al mismo tiempo tienes un lado misterioso, miedoso, tímido, cambiante, introvertido, rebelde, disperso y que necesita a ratitos meterse en su mundo interior… que se sigue callando demasiadas cosas. Menos. Cierto, muchas menos. Ya no por miedo, o al menos cada vez menos porque son muchos menos tus miedos, sino porque necesitas sentirte y entenderte antes de expresarlas y dar un paso. Cada vez más conocedor de su equilibrio, de la importancia de tus pasos y de qué quieres ver reflejado en ti mismo. En lo bueno y en lo malo.

Tal vez te cansaste de ser gusano y quieres ser feliz con la mariposa que ahora eres. Por cierto, ya sabes qué tipo de mariposa quieres ser y con quién quieres ser?

Y ahora si te atreves lo publicas»

Lógicamente sabías que lo haría. No me atrevo a opinar. También me has dicho que a menudo personas así son difíciles de entender para muchas otras personas.

Tal vez sea otra razón de peso para publicarlo… de mariposa a mariposa.

Jorge Juan García Insua

Por eso de internet

Hoy no tenía previsto hacer ninguna sesión pero me ha llamado pidiéndome cita y no ha sido como muchas otras llamadas. Tal vez era la mezcla del tono de su voz, su educación, la decisión con la que me hablaba y sobre todo una última frase… “he perdido todo lo que podía perder en esta vida y no quiero irme triste de ella”.

Ha entrado tímida en la consulta y al acompañarla a la sala se ha fijado en una foto donde estoy con mis hijos y un paje real que adorna la mesita de la recepción. La ha cogido, me ha mirado y “sabes que éste tiene tu mirada? Dulce y pícara”. Si empezamos sacándome los colores no acabaremos bien – le he dicho. Y con la misma complicidad le he mostrado dónde podía sentarse.

Al sentarse y mirarla he notado vidriosos sus ojos. Le he acercado la caja de pañuelos y le he pedido permiso para presentarme, explicarle quién soy y cómo trabajo. Al finalizar me ha dicho que me había conocido por una vecina a quien le he preguntado si conocía algún psicólogo de la zona y le había hablado de mi, que no me conoce pero que me seguía “por eso de internet” y que aunque tenía cierto miedo porque nunca había ido a uno y más miedo de pensar que estaría loca le había convencido la conversación que habíamos tenido, que había sido muy amable y le había parecido buena persona.

Le he pedido permiso para grabar el audio de la sesión y le he preguntado en qué podía ayudarla.

– Tengo 82 años y empiezo el año sin nada. Sin nada porque durante el año pasado perdí todo lo que podía perder. Yo también estoy perdida, muy perdida. El 25 enterré a mi hermano, tenía 5 años menos que yo y no queda nadie más. Ha sido un año muy malo Jorge. He enterrado a 5 pero mi hermano era lo que más quería en este mundo. Nadie me comprendía como él, me prometió que no se iría antes que yo… pero no pudo cumplir su palabra. Un cáncer. No le dieron ni tratamiento, supongo que no compensa cuando eres tan mayor, pa’ qué… y él de lo bueno que era no se quejó. He rezado tanto para que se quedase… para que se me llevara a mi primero…

Después de Reyes murío una amiga, la última que me quedaba. Se fue sin que nadie se diera cuenta, así de sopetón… Dos primos, una sobrina a que quería con locura, mi cuñada… y al final mi hermano. 

¿Sabes qué sucedió? En el sanatorio solo estava yo y algunos vecinos, que ni conocía Jorge. Solo yo de todos los que éramos. El virus se llevó muchos por delante, quedamos los más viejos… no sé pa’ qué? Por qué no se nos llevó a nosotros? Ya lo teníamos todo hecho, pero no a ellos. Estaba allí delante del cuerpo y me sentí sola, pero sola de verdad Jorge. Nadie me llamará ahora, él ya no puede. Lo hacía cada mañana. Debían faltar ángeles por Navidad y se lo llevó… Creo que nunca había sentido tanta tristeza, Dios sabe lo que he llorado este año pero esto… pa’ qué tanto llorar. ¿De qué me ha servido Jorge?

Y pensarás que estoy loca pero ahora pienso en el que pudo ser mi marido. No lo fue, no quise. El siempre siguió enamorado de mí pero siempre me dio miedo, pensé que no lo haría feliz. No quise saber nadie más de nadie, él tampoco. Cuánto lo echo de menos… se fue ya hace 10 años. Nadie me ha querido como él, pero no era fácil o lo hicimos muy dífícil.

He ido a la doctora y quería darme pastillas… porque a mi edad… ya sólo pastillas. No quiero pastillas pero no sé que hacer Jorge… qué hago yo ahora? Para qué sirvo? Yo no sé estar triste.

(Llanto)

No lo entiendo, no entiendo verme así y no sé hacer otra cosa que sentirme triste, ya he estado así mucho y no quiero estar así, no quiero morirme así. No quiero vivir estando muerta y tal vez tú puedas ayudarme.

No quiero morir respondiendo a todos que estoy bien… hace tanto que deje de estarlo…

(Llanto)

(Silencio)

He empezado el año respirando hondo y callando mis pensamientos. Tras despedirla pensaba en cómo de difícil es encontrar nuestro sitio, nadie nos lo explica, venimos sin manual y a menudo en lugar de parar y buscarlo decidimos seguir corriendo.

Demasiadas perdidas y demasiada resistencia a sentirlas en una vida. La tristeza es muy puñetera y tiene mala leche. A menudo se empeña en mostrarnos lo que deseamos y no podemos o no sabemos tener… aquello que en realidad más amamos aunque sepamos que lo hemos perdido.

Es la emoción más importante del alma y la que más nos cuesta aceptar. La vemos como algo negativo y desolador pero es tan incapacitante como motivadora. Nos arrastra hasta tocar fondo y desde ese suelo nos ayuda a echar raíces y mirar hacia arriba.

No podemos impedir sentirnos tristes y se vuelve dañina cuando la negamos, cuando nos auto convencemos que hemos de ser fuertes, que no nos vean llorar o que podemos con todo. Con todo sí solo que a veces no con todo al mismo tiempo, estemos o no tristes.

Qué cosas tiene la vida que ha hecho que precisamente ella fuera la primera persona en entrar este año en mi consulta. Un día que no iba a pasar consulta. Ha mirado hacia dentro ella y me ha llevado a mirar hacia dentro yo.

He conocido jóvenes cansados de la vida y mayores que se merecen dos de regalo para poder vivirlas. Tengo la de sensación que el año me ha puesto una de estas personas delante… llena de luces, sombras y la valentía de querer explorarlas y compartirlas conmigo.

“Las personas ricas en lágrimas son buenas. Apartaos de todo aquel que tenga seco el corazón y secos los ojos” — J. Wolfgang von Goethe

Jorge Juan García Insua

Un t’estimo para cada vez que lo sientas

Mi deseo… un t’estimo.

Te deseo un año lleno de te quiero. T’estimo. I love you. Je t’aime…. pon tú el idioma. Yo, el sentimiento.

Uno para cada vez que me lo han dicho este año. Uno para cada vez que lo he dicho yo. Siempre verdadero, desde dentro. Uno para cada que vez que lo he necesitado y ha aparecido. Para las veces que lo he echado de menos y he deseado escucharlo. Uno por las veces que no llegó, otro para dejar ir lo que una vez fue.

Uno para las veces que me lo he imaginado, que me han llenado sueños y algún que otro delirio romántico. Pronunciados por la almohada y que resuenan entre sábanas y café. Uno para los que llenan presente y saben a futuro, otro para los que sólo podemos ya recordar, son memoria y parte del pasado. Uno para los loveyou que son no aunque deseas con el alma que se vuelvan sí.

Uno para cuando se enmascaran en carantoñas y largos abrazos. Uno de esos que se susurran y te llegan al alma, la elevan y sube sube sube… Uno suave, lento, seguido de otro y que no se acaban y siguen pronunciándose cuando ya no te queda aire y por la boca sólo sale sentimiento.

Sentimiento de beso y t’estimo. Existe otra forma de besar? D’estimar?

Uno para comenzar el día. Aún con la voz rota, desnuda como la piel y perdida entre las primeras miradas. A ciegas y a media luz. No sientes tu cuerpo pero te siento y te deseo. A ti. Te quiero. Te quiero y lo repito mientras te recorro. No para que quieras, para que sepas que t’estimo.

Uno para dormir. Para no quedarte con las ganas. Uno de esos que te invitan a seguir soñando, te atan al momento, se convierten en paz, descanso, deseo y pasión. Esos que te llenan y dejan sin aliento. Te has dado cuenta de cómo respirar después de pronunciarlo? Mmmmmmm.

Uno por cada miedo que lo acompaña. A decirlo, a no recibirlo, a no sentirlo, a que no sepas que te lo digo, pienso y siento, a que sea el último… Uno para perderse y encontrarse, para unir la distancia, para llorar y no echar de menos lo que pudo haber sido.

Uno por cada vez que te lo hubiera dicho aún sin saber por qué, sencillamente porque me ardía el alma de contenerlo y pensé que no debía, que sería repetitivo o incómodo. Qué cruel… cómo algo tan bonito puede llenarnos de dudas. Hace frío cuando no lo expresas. Qué absurdo… si no vas con todo para qué vas?

Te quiero, porque uno nunca sabe suficiente pero siempre siente necesario. Porque todos se dicen por algo y si no se dicen, también. Te deseo un año lleno, te lo dejo aquí por si lo necesitas y quieres llenarte de él… y de mí.

Uno para saber con quién puedo desnudarme más allá de la ropa. Uno que me ate a dónde quiero quedarme o uno para enseñarme que debo desaparecer. Qué bonita te ves bajo un te quiero. Qué bonita la sonrisa de un t’estimo.

Bésame con un te quiero sincero. Me gustaría saborearlo mientras despido el año y empezar otro con sabor a no te necesito para nada pero te quiero para todo… susurrado a voz bajita y latidos altos. No deseo que lo entiendas, sólo que ojalá algún día lo sientas.

Todos somos el te quiero de alguien. Aunque nunca se de, no lo escuchemos o no lo sepamos ver… está ahí, tan mágico cuando se comparte. Tú primero, te quiero después.

Te deseo un año así de lleno. Un año que te quieran en voz alta y con el corazón en las nubes. Nunca te olvidas de una persona que te dijo t’estimo y lo sentiste. Me iré y ojalá queden mis te quiero.

Te lo deseo. Tal vez porque nunca tuve tantas ganas de querer y mirar a nadie.

Deseo tantos como 2023… más, muchos más.

Deseo que te acompañen cuando cambies de año. Nadie se cansa de decirlo cuando lo siente y le anuda la garganta. Yo tampoco.

Es mi deseo. Eres mi deseo.

Eres y serás el te quiero de este año y el de mi vida… y hay t’estimo’s donde te quedarías a vivir y por los que no te importaría dejar de hacerlo.

T’estimo y te quiero.

Jorge Juan García Insua

Será cosa de la Navidad

Hace unos días un paciente me explicaba que había leído una publicación mia sobre una de nuestra sesiones y en donde decía que cada vez que “pierdo” a un paciente hay una parte de mi corazón que se va con él.


Le dije que sí, que es algo que solo saben los que viven muy cerca mío pero que con cada muerte sufro mucho y que lo vivo con un duelo, que transitó solo el desconsuelo con el consuelo que he estado y he intentado acompañar en una fase de la vida de tanto sentido y significado, más allá de la propia vida.

La verdad es que me emocionaba cuando se lo decía y se me caían las lágrimas. Me cogió la mano y me dijo sabes… es la forma de devolverte algo de todo lo que das, te quitamos un trocito de corazón para dejar que otra persona venga a llenártelo.


Qué forma tan bonita de consuelo…

Así que gracias, gracias de trocitos de corazón por tanta confianza, por tantas emociones y sentimientos compartidos. Gracias por llenar este espacio que es vuestro y por dar sentido a este proyecto profesional y sobretodo personal.

Gracias por atreveros, desde la humildad, desde el querer no olvidar sino recordar en paz, atreveos a intentarlo, a ser felices, a confiar y creer en vosotros, a dejar atrás etiquetas y juicios y por permitiros ser.

Cada vez que sois yo soy un poco más a través vuestro.

Felices fiestas y mis mejores deseos para este año que comienza.

Nos vemos en el camino.

Jorge Juan García Insua

Gusano con alma de mariposa

Ayer por la tarde le escribí y le comenté la posibilidad de aplazar la sesión. No quise entrar en detalles y le puse que había un tema personal que afectaba a mi capacidad para gestionar su sesión. Hacia media noche me contestó un «no tienes que disculparte conmigo Jorge, decide tú. Sin problemas, pero si quieres puedes dejar al psicólogo en casa y que venga la persona».

No le contesté, sentí que no hacía falta. En el ascensor del hospital se me han humedecido los ojos y al antes de entrar en la habitación he respirado hondo. Él ha tomado la iniciativa.

Gracias por venir Jorge, no sé el motivo y tal vez sea muy egoísta pero tuve la corazonada de que precisamente por eso que estás viviendo necesitaba hacerla.

– Gracias a ti por tu mensaje, sinceramente me hizo pensar mucho esta noche y te tomé la palabra. No puedo garantizarte que tienes delante al psicólogo o qué parte de él está sentado aquí, pero siempre tienes la persona

Lo sé, por eso te pedí que me ayudarás la primera vez y por eso quería que vinieras -me ha dicho mientras me cogía la mano.

-Qué necesitas de la sesión de hoy? -he preguntado

Ayer cuando leí tu mensaje iba a responder que no pasaba nada, que sólo faltaría, que tú mandabas… bueno… qué mínimo con alguien que siempre ha hecho encajes para atenderme. Pero estuve un rato pensando en ti, en qué había tras ese mensaje, en cuál sería el motivo. Pensé que tal vez habías estado en el hospital demasiadas veces, demasiadas visitas, sesiones… que habías perdido a alguien o eso podía pasar… no sé. Sé que leí tu mensaje y noté algo triste y empecé a pensar que todo esto de llamarte, de pedirte que me ayudaras a poner paz antes de que muera tiene que ver conmigo, con un egoísmo de querer que cuando eso suceda estén no sé, afectados, que les duela, que me echen de menos… bueno… como pensé que te sucedía a ti. Supongo que cuando eso sucede significa que algo has hecho bien en esta vida, algo bien con los que se supone que son importantes, a los que se supone que debes cuidar y estar cuando te necesitan. Yo no lo he sabido hacer, no todo lo bien que debería y podía.

Joder Jorge, joder, qué mierda! Me gustaría que el día que me vaya al otro barrio, sobre todo mis hijos, me echen de menos , un poquito, que lloren por mí. No para que sufran, ya les he hecho demasiado daño, para irme en paz… para pensar que… que…

– …que algo hiciste bien…

Qué absurdo verdad? Estoy intentando aprender a sobrellevar el dolor del vacío que no dejaré en los que más quiero y he tenido que ver la cara a la muerte para darme cuenta. Y ahora tengo prisa… y te arrastro a venir porque sé que lo harás, lo entendí desde que vi tu visto y no contestaste. Sabía que, que, que sea lo que sea que te duele aparecerías por esa puerta y que… en fin…

Cómo iba a pensar ir sería así. Ahora tengo que esperar a pillar a San Pedro de buenas… y tal vez ni con esas. Una putada, tendrás que hacerme un certificado o algo para que se crea algo de todo lo que te contado, que moriré gusano con alma de mariposa.

Supongo que tenías razón la primera vez y el miedo es a morir sin haber pasado por la vida, sin vivirla, sin dejar huellas “bonitas” como tú dices. No quería verlo, prefería pensar que lo bueno estaba por llegar y toma capullo! te quedas sin tiempo. Y sin darme cuenta. Capullo con mayúsculas, pero grandes… tan grandes y no lo quise ver con el primer cáncer, qué gilipollas…

Te acuerdas cuando me dijiste que vivía en “la sala de espera” y que si seguía esperando corría el riesgo de que cerraran y me quedaría sin ser atendido. Pues ahí lo tengo… a la calle y persiana bajada. Ya verás cuando me vea Diosme dará el carnet de tonto.

No quería provocarte, molestarte y te juro que no sé cómo agradecerte que estés aquí. Que hayas venido, que estés aquí le da mucho sentido a todo lo que hemos hablado durante las sesiones y me hace entender muchas cosas, mucho que aún tengo que hacer.

Ahora entiendo que extrañar a alguien no hace que vuelva pero que extrañar los momentos que has compartido hace que no puedas olvidarlo nunca, que como dices exista un lazo que te une, que lo llevas siempre contigo… tal vez sea eso que llaman eternidad. Debe ser muy bonito pensar que te vas de este mundo siendo eterno para alguien…

(Silencio)

– Déjame compartir contigo que me parece la frase más bonita que he escuchado en mucho tiempo y que a mí me acompañará siempre. Soy yo quien debe darte las gracias, por invitar a la persona, por mostrar el gusano y también la mariposa.

Gracias por esta sesión. Siento que no te la he hecho yo, me la has hecho tú.

No es la primera vez que lloro en una sesión o que un paciente me abraza. Hoy también ha sido así y lo necesitaba tanto como tú.

Llegado el momento extrañaré la parte de mí, profesional y personal, que se irá contigo. Extrañar es el precio que pagamos por vivir momentos inolvidables junto a alguien y siempre es un precio justo.

La vida no siempre lo es. Tal vez por eso todos somos irremplazables.

Jorge Juan Garcia Insua

Eres todos mis intentos de ser

Quizás… Tal vez… Será…

Será que somos cuando somos a solas

Será que me engañaba y sólo quería matar el tiempo que te echaba de menos…

Será que soy responsable de sentir demasiado…

Será que me resisto a que sea el tiempo quien me diga se acabó…

Será que me siento seguro ahora que sabes que mi sangre tiene muchos colores menos el azul…

Será que pensarte es ponerle un lazo a mi mundo y regalártelo a ti …

Será que mirarte es hambre y ganas que me llenes de besos, besarte es saber dónde empiezan todos mis principios y no querer cerrar los ojos en vida para no ver el final…

Y si no es?

Si no es lo daría para hacerlo real. Daría lo que cuesta creer, porque creerlo da miedo, perderte da miedo. Sentirte y vaciarme da miedo.

Tal vez sea que sí existen personas que son estrellas fugaces, que ves unos segundos y cierras los ojos para no averiguar si al abrirlos seguirán.

Tal vez sueñe que me atrapa el pasado, en ese donde estabas entre mis brazos. Demasiado… será que te amo demasiado y de tanto demasiado lo hago mal.

Y si es demasiado… enséñame. Si lo sientes pon tus manos en mi pecho, abrázalo y muéstrame el camino. Recórrelo, siéntelo latir cuando lo haces y guíalo. Lleva mis pulsaciones allá donde desees, te seguirán. Sin preguntas y con la vida a flor de piel.

No dejes que madure del todo, ayúdame. Ayúdame a cuidar al niño que aún queda en mi, ese que se ha enamorado como un adolescente, acompáñalo en sus sueños y hazlo parte de los tuyos.

No dejes que me gane la cordura y alimenta mi locura, llévala donde nadie la ha sabido llevar antes. Dale la mano, deja que te recorra y devore cada vez que la madrugada nos desvele… y que no deje de hacerlo.

No quiero dejar de hacerlo… contigo.

Contigo… porque me tiembla la voz menos contigo. Un segundo contigo y renuncio a todo el aire que esta última vida me debe.

Será… Quizás… Tal vez…

Eres todos mis intentos de ser. El primero, el último y el que vendrá después.

Soy todos los momentos que necesites… todo los demás… todo… puede esperar.

Qué bonitas las personas que aparecen y se quedan, que te piensan… qué bonita tú. Qué bonito demostrarte cómo eres de importante, que seas…que te quedes. Contigo.

Tenías que llegar tú para convertir en ángeles mis demonios. Te confieso. Te pienso. Te siento. Te soy. Tuyo. Hoy. Siempre.

Amén.

Jorge Juan García Insua

Y si nunca nos dejamos de querer?

En una de las sesiones además esta tarde la persona que estaba en consulta ha finalizado la sesión dejando escrita una frase en un trozo de papel doblado. Esa frase era “y si nunca nos dejamos de querer” y ha sido su respuesta cuando le he preguntado qué se llevaba de la sesión de hoy.

Al recoger la consulta y prepararla para la siguiente sesión no me he dado cuenta que no recogía el papel doblado y ha quedado justo encima de la butaca, como si esa nota esperara a la siguiente persona.

Así ha sido. Cuando lo he acompañado y ha ido a sentarse ha visto la nota doblada, la ha recogido con cuidado y sin abrirla se ha acomodado.

Me he sentado enfrente suyo y me ha preguntado si aquella nota doblada era para él. En ese momento el descuido me ha resonado mucho pero sin pensar le he contestado que sí.

– Sí. Es para ti. Puedes abrirla y leer lo que dice, guardarla y decidir en otro momento si te apetece saber qué dice o sencillamente hacer como si no hubiera existido y traer a sesión lo que tú quieras.

– No no… quiero leerla.

Tras hacerlo se le han humedecido los ojos. Acariciaba el papel como si haciéndolo pudiera borrar las palabras… 

He permanecido a su lado, respetando ese espacio de reflexión y emoción hasta que ha decidido empezar a hablar y el resto de la sesión ha fluido.

De una forma muy natural y mientras hacíamos el cierre le he preguntado…

– Qué te llevas de la sesión y que quieras compartir con la siguiente persona que se siente aquí?

Le he entregado una cuartilla de folio, ha escrito su mensaje y lo hemos dejado doblado sobre la butaca… esperando la primera sesión de mañana.

Al despedirnos me ha confesado que me agradecía que le reconociera mi “descuido” y que hubiera actuado con esa naturalidad. Le he comentado que había estado preparando la sala y que he tenido varios minutos delante esa nota doblada y por alguna razón no la he querido ver, de hecho, he sido consciente que estaba ahí cuando entrábamos en la sala y partir de ese instante de conciencia por alguna razón me he dejado llevar.

Ahora que acabo de despedirlo y que me siento mentalmente agotado me alegro de ese descuido y de la improvisada cadena de mensajes. No puedo dejar en pensar en la conexión que se ha producido entre estas personas. No se han cruzado, no se han visto, desconocen todo uno del otro… como nexo la casualidad, el azar y mi torpeza.

Un descuido por mi parte ha ejercido de mago y como todo pasa por algún motivo el mensaje ha resonado y removido en quien sin esperarlo ni pretenderlo lo ha recibido. Y yo como testigo.

El mensaje tiene mucho de “culpa” pero nada de esto hubiera sucedido si no hubieran llegado aquí dispuestos y convencidos que la sesión dependía tan de ellos como de su predisposición a que pasen cosas.

Una frase ha sido suficiente para conectar con aquello que necesitaba compartir y lo ha llevado por caminos que no se esperaban hasta llegar a disyuntivas y reflexiones que hasta ese momento no se había permitido plantear.

Con los años dejamos de lado nuestra espontaneidad, perdemos autenticidad, queremos controlar las emociones y creemos (por desgracia) que reteniéndolas nos hacemos dueños de ellas. Intentamos auto convencernos que en el control está la seguridad y sólo plantearnos movernos de ahí nos hace temblar. Y nos queremos menos…

Un cierre y una nota doblada esperando la siguiente sesión… qué curioso como todos los principios empiezan por un final. Así de caprichoso es el camino.

Jorge Juan García INSUA

El idiota que escribía a escondidas

Me preguntas cómo puedo estar tan seguro…

No lo estoy ni lo espero ni lo busco ni aspiro a ello. ¿De qué me serviría?

¿De qué te serviría a ti?

Puedes sentir en este momento e incluso comparar con lo que crees recordar haber sentido antes y ni aún así tendrás certeza. Es lo que tienen las emociones, vienen y se marchan dejando un huella, una que no puedes ver y que no puedes dejar de sentir.

¿Qué vas a hacer con ella? ¿Sabrías abrazarla?

Así te abrazo yo.

Puedes negarlo y decirte que no estás sintiendo que es que sí. Esforzarte y dejarte la piel en buscar certezas, la misma que tienes llenas de caricias que te dicen que debes apostar por mi, o mejor olvídate mi.. por lo que sientes. También puedes compararme y verás que no valgo la pena, que no salgo ganado de ninguna comparación y que aún sabiéndolo estoy. Aquí. Para ti. De ti. No me importa si pierdo ante sus ojos si así me acerco a los tuyos. Mírame, mira lo que nadie sabe ver ni dejo que vean, excepto para ti.

No porque te lo diga ni porque te haga promesas. Soy tan idiota que creo en la magia de las líneas que cruzas y que no te dejan dar marcha atrás. Tanto que llevo meses escribiendo para ti diciendo que lo hago para mi, con los pies en la tierra y la mirada en las estrellas, las mismas que un día escribimos descubrir. Tan idiota que escribo a escondidas, para ti sin ti y solo para mí.

Mírame… detrás del humo sigue alguien que es verdad. Si decides apostar que sea por eso, por el que se siente libre cuando lo tienes abrazado, por el que inventa metáforas para ser parte de ti.

Soy de los que creen que algunas personas estamos condenadas a encontrarnos en alguna parte, que existen mariposas que viven para sembrar el caos, mariposas de sonrisa intacta capaces de espantar fantasmas y hacer del miedo una necesidad. De los que cierran los ojos y te puede sentir… ahí, alrededor de mi, echándote de menos, tirando del lazo para saber si sigues al otro extremo. Tira. Responde. Deja que mi imaginación sobrevuele la escena del encuentro… que despierte el sueño de la añoranza, de libretas de apuntes y versos cómplices, frases a medias sin terminar, frases de ti sin mi, conmigo y a falta de ti. 

Seguro de que querer es aprender cada día una lección que nunca estás convencido de saber dar el nivel. No me preocupa la nota solo quiero pensar que lo que aprendo me acompañará el resto de la vida. No me gusta ser estudiante pero adoro ser eterno aprendiz. Dame algo que adorar y a cambio enviaré mensajes… hipnóticos y constantes, que te recuerden paisajes. Quizás siempre lo tuvimos delante, oculto entre detalles y faltas de atención. A menudo recreo esos momentos y puedo borrar casi todo, casi todo menos tú. Podría olvidar casi todo lo que siento, casi todo menos tú. 

Seguro que si nos alejamos nos encontraremos de nuevo en alguna parte. Seguro que es cuestión de tiempo. Si todo ha de pasar por algo, pido al destino que cumpla su papel. Pido que lea mis manos, que deje que darme pistas y me enseñe tu camino claro y me plante delante de tu sonrisa, clara e inmensa. Cerrojo sin llave. Beso y consecuencia. A la distancia exacta… la que calma mi necesidad. Todo se distorsiona en mi mente excepto tú que eres omnipresente.

Soy así. A veces ni me entiendo ni me entenderás tú. Será que busco la magia y que veo arte en tus ojos y encuentro suspiros, momentos y fotos que guardo en mis recuerdos. Los miro y suenan canciones en silencio. Silencio para acariciarte y sentirte mientras escucho mensajes y palabras que me hacen soñar y sueño que tú también sueñas conmigo. Y tú sin saberlo, sin quererlo. Te regalas. Y no te lo digo pero me lo quedo, lo envuelvo y le pongo un lazo y lo beso y me despierta. De locos verdad?

Por eso estoy seguro. Porque no busco eso ni sabía que lo buscaba hasta que lo encontré. Y cuando lo encuentras sólo sabes que no quieres perderlo, que no quieres ni explicarlo por miedo a que si lo haces se pierda la magia, porque te da miedo gastarlo de tanto mirarlo y lo miras y lo miras y no dejas de hacerlo. Porque cada vez que lo miro te siento y cada vez que te siento es como si me sacaras a bailar… y bailamos. Te piso, me pisas, ries, sonríes… y la música sigue sonando, en silencio. Escuchas la magia? Yo sí.

La escucho cuando en la penumbra te vistes, resuena cuando no llevas nada. No la habías escuchado antes? Cómo te digo que yo en cambio no puedo dejar de hacerlo.

Y aún sigues preguntándome cómo puedo estar tan seguro.

No necesito estarlo, lo necesitas tú?

Jorge Juan Garcia Insua

Un reloj para decir Adiós

Al acabar nuestra última sesión me ha dicho que me quería dar un regalo.

Sostenía el paquete entre las manos y me decía que desde el día que le di un lazo y tuvo que hacer uso de él por primera vez pensó que llegado el momento quería darme algo que para ella tuviera un sentido especial.

Al abrirlo he visto que era un reloj de arena.

– Es usado- me ha dicho. Por mi. Cuando empezaste a enseñarme técnicas para controlar mis episodios de ansiedad utilizaste una imagen de un reloj de arena para ayudarme a centrarme y vaciar mi mente de pensamientos. Al día siguiente vi uno es una tienda y lo compré. Hacer los ejercicios con el reloj delante me llevaba a la sesión y me ayudó a relajarme. Este es ese reloj.

– Gracias, muchas gracias… No sé qué decir. Es un detalle precioso. Cuantas veces la metáfora de este reloj la hemos utilizado en sesiones… Me gustaría dejarlo aquí en el despacho, sabes que todo lo que hay aquí tiene un sentido y un significado, todo lo ves aquí representa algo de mi propio camino. Pero el reloj de arena lo trajo tu mente a la sesión, yo sólo lo recogí y lo puse delante. Un reloj de arena representa muchas de las cosas que a menudo surgen en sesión… el paso del tiempo, los trenes que pasan, los que no sabemos si volverán, el miedo a no aprovechar cada instante, el tiempo que pensamos haber perdido …

– Qué bonito Jorge! Me encantaría que le dieras ese espacio, significa mucho para mi y así “aunque no me quieras ver más” te acordarás un poco de mi y de tantas horas juntos.

Todos los regalos implican dar cómo recibir pero regalar tiempo es distinto y especial.

El tiempo fue un elemento importante en su aprendizaje de la ansiedad y el ir aceptando la forma en que quería gestionar y vivir.

Llegó huyendo de ella, convencida que podía ser más rápida que aquellos ataques y episodios que la hacían temblar y vomitar. En la primera sesión intentaba engañarse, quitarle importancia e incluso me dijo que el “miedo me ha dado alas, ha hecho que me hayan salido alas en los pies”

Y le reflexioné… “si el miedo te ha dado alas qué te impide volar y dejar atrás la ansiedad?”

Empezó un camino contra el miedo y cómo este era el camino que la había llevado a la ansiedad y a convertir a ésta en una compañera vital, impertinente y pesada.

Aprendió a mantenerla a raya evitándola y cuando esto fallaba recurría a ansiolíticos. Al principio sirvió y conseguía momentos de engañosa comodidad pero aún no sabía que la ansiedad vuelve, siempre vuelve y cuando lo hace es cada vez más intensa. Y cada vez necesitaba alas más y más grandes para huir y el peso que la impedía hacerlo era cada vez mayor.

Curiosa trampa la que nuestra mente construye. Huía para no tener ansiedad y necesitaba la ansiedad para seguir huyendo… pero huyendo de qué? De tener que responder a esta pregunta.

Trabajamos durante meses como si esa necesidad e huir fuera una droga y ella una dependiente de ella. Se propuso cortar el lazo que la ataba y empezó a aceptar que si quería dejar atrás la ansiedad debía enfrentarse, exponerse a ella. Plantarle cara.

Fue para ella la parte más dura, en algún momento pensó que daba pasos atrás, que no sabría, que no llegaría el día… Pero ese era el camino, a veces para mejorar debemos sentir la crisis de sentirnos peor y seguir caminando.

En una sesión ella estaba agotada de enfrentarse, me dijo “he tocado fondo”. Y yo mismo me sentí incapaz, confiaba ciegamente en que estaba en el camino correcto y en el esfuerzo que había hecho, pero cuando reposaba las sesiones me sentía mal y buscaba y leía artículos buscando fórmulas que pudieran serle de ayuda. Aquella sesión que ella tocó fondo también lo toqué yo y nunca se lo dije. Ese día fue el último que tuvo un ataque de ansiedad.

El cansancio y el sobre esfuerzo por dejarla atrás la llevo a aceptarla totalmente y con ella todas las emociones que la conectaban con experiencias negativas y dolorosas de su vida. Y ese día empezó a tomar el control.

Y la ansiedad se diluyó, se pinchó el globo y resultó que no había nada dentro que la pudiera hacer daño, nada de lo que aprender salvo sentir miedo. Y de eso ya había tenido bastante.

Así empezó a volar, perdió el miedo a ir cogiendo altura y empezó a confiar en sus alas y en su capacidad para decidir qué camino tomar.

Y todo esto empezó por un reloj de arena… este reloj de arena.

Y todo acaba con el mismo reloj. Testigo del paso del tiempo y del equilibrio, el cambio de ciclo, que nada es eterno, que para cambiar cosas el primer paso es girar el reloj, que cuando el tiempo se acaba lo giras y vuelve a comenzar, que todo fluye, que pase el tiempo que pase todos los granos de arena acaban pasando al otro lado, que todo pasa, que pasa la vida, que cada vez que lo giramos somos distintos, que los granitos nunca pasan en el mismo orden, que para llenarnos debemos vaciarnos, que todo tiene un principio y que el final solo llega cuando se rompe, se queda sin arena o no quieres volverlo a girar.

Cada granito que va bajando representan culpas, decisiones, pensamientos, distanciamientos, rencores, momentos de rabia y confusión, esperanzas que no se cumplieron y no supimos hacer realidad… mezclados con otros que nos recuerdan alegrias, personas, besos, abrazos, aciertos, sonrisas.

Y esa mezcla lo es todo, la melancolía por lo que fue con la ansiedad de lo que no sabes si llegará y en la parte más fina del reloj, donde los granitos pasan casi de uno en uno el momento presente y el tomar conciencia que la vida como la arena se desliza rápidamente entre los dedos.

El mismo reloj. Un reloj para despedirse, para poner fin con sabor a punto y seguido.

Un reloj para recordar que lo mejor está siempre por llegar y para fortalecer un nuevo lazo rojo.

Jorge Juan García Insua

Redescubriendo mis dos manos

‘Con el tiempo y la madurez, descubrirás que tienes dos manos; una para ayudarte a ti misma y otra para ayudar a los demás’ (Audrey Hepburn)

Ayer al despedirnos de una sesión ella me dijo que era muy generoso en mi forma de ser y trabajar.

No supe contestar y sólo acerté a darle las gracias por sus palabras, regalarle una sonrojada sonrisa y responder a su abrazo.

Al finalizar todas las sesiones vinieron familiares de un paciente a agradecer mi trabajo terapéutico y sentí que aquello estaba unido a las palabras que me habían dicho antes, al agradecimiento en otro momento de la tarde de una persona por no cortar una sesión superada la hora… y todo resonó más todavía y aún ahora lo sigue haciendo.

Tal vez el “secreto” de ser generoso está en saber y creer que nadie me necesita ni necesita mi ayuda. En realidad necesitamos muy poco o casi nada.  

No lo hago ni soy por obligación pero sí por responsabilidad y por respeto hacia la forma en que veo y entiendo las cosas. Por respeto hacia los demás. Mi forma de enfocar y entrar en sesión es un reflejo de todo eso y no me ha resultado fácil llegar a este punto y hay mucho trabajo personal tras todo eso.

Si pienso que alguien me necesita sería muy arrogante por mi parte y dejaría de dar lo mejor de mi. En cambio colaboro y camino junto a otros y en ese trayecto compartido descubren y ponen en práctica fórmulas para ser y avanzar, para dejar atrás problemas y dificultades… y lo hacemos hombro con hombro, dando perspectiva, ayudando a superar barreras y respetando el tiempo y el espacio de la otra persona, sabiendo que es su camino y yo un “invitado” de lujo durante un trocito de él. Acepto que el objetivo siempre es no seguir en futuros trocitos de ese camino.

Si lo pienso ser “generoso” es como una fuente de alimentación que no se agota y me hace feliz. No sabría ser de otra forma ni quiero hacerlo de otra forma. Serlo es una vía más de mostrar mi actitud y como quiero ser y vivir.

En lugar de verme generoso me reconozco como deudor, sabedor de haber recibido muchas veces algo que nadie estaba obligado a darme y que ha ido ayudando a dar forma a quien soy. Soy la suma de todo eso. Cuánto más reconozco la ayuda y los aprendizajes recibidos más siento que debo agradecer y de algún modo estar disponible para los demás y acompañarlos. Tengo además la suerte de haber elegido la profesión que ejerzo… o que ella me eligió a mi…

Puede que sólo esté devolviendo lo que no era mío y otros me regalaron antes. No por obligación ni porque nadie me lleve a pensar así, sencillamente porque decido, quiero y siento que debo hacerlo.

Recuerdo en mis años de facultad que muchos nos decían que si estudiábamos Psicología era porque teníamos muchos problemas para solucionar… nunca creí que aquello fuera la norma (aunque algún caso había) y siempre he pensado que dedicarse a la Psicología tiene muchísimo más de vocacional que de auto terapéutico (cosa por otro lado difícil que ocurra), sea cual sea el campo donde la apliques. El tiempo, sesiones y los años me han enseñado que ser un “buen psicólogo” tiene mucho de humildad y generosidad. Mucho de reconocer tus límites y limitaciones y ponerlo a favor de quien confía en ti. Sin apegos, como me enseñaron.

Todos los días me encuentro con casos que despiertan mi curiosidad, me llevan a preguntas y la búsqueda de respuestas y alternativas. Me llenan de emociones, de lágrimas, de risas y de conocer a personas de un modo que a menudo nadie ha visto aún. Nadie nace sabiendo, tampoco yo ni ningún psicólogos ni coach y reconocernos ignorantes nos permite trabajar nuestras habilidades y capacidades terapéuticas en cada sesión.

Así que aún “siendo” o “pareciendo” generoso lo cierto es que recibo mucho a cambio, muchísimo. Tal vez solo se trata de ser y tratar a los demás con respeto y con el mismo cariño que desearías que te traten a ti. 

Dar lo que eres y que sientas que no te ha costado nada. Esa es la clave. Tan sencillo como eso.

Me viene a la cabeza la frase de la película Wonder cuando Auggie dice “Creo que debería haber una regla para que todos sean ovacionados al menos una vez en sus vidas”.

Ayer debió ser la mía.

Jorge Juan García INSUA

Dejando huellas… curando cicatrices

Hay sesiones que no son terapia propiamente dicha, o sí… que van más allá del momento presente y que necesitan de calma y respiración lenta para asimilar cómo de importante son para la persona que tienes delante y para quien la comparte.

Sesiones que me llevan a aplazar la escucha posterior, consciente de que si lo hago siguiendo mi planning habitual de hacerlo antes de 48-72 h perderé gran parte de mi objetividad y no podré dar lo mejor de mí en la siguiente sesión.

Una de las sesiones de esta semana me ha estado removiendo días y me ha empujado a escribir.

Un momento la sesión fue así…

– Cada día me despierto pensando que falta un poco menos para estar a su lado y eso me consuela, es como un anestésico para el dolor.

(Jorge)- Cómo es ese encuentro?

– Me tumbo a su lado, me dice sonriendo que por qué he tardado tanto en volver, me abraza y vuelvo a notar su calor

J- Qué significado tiene para ti ese calor?

– No hacen falta las palabras.. de hecho no me imagino muerto y hablando Jorge pero sí abrazando, besando… ahora sí pensarás que estoy loco o que esta puta enfermedad se está comiendo lo poco razonable que queda en mi. Todo es… como más lento, pausado, es muy de tacto, contacto…

J- Te miro y transmites que estás disfrutando de algo que echabas de menos

Largo silencio

– Sí… tienes toda la razón. Aprendí tarde a dar abrazos, demasiado tarde, nadie supo enseñarme antes. Y me arrepentí. Me arrepiento. Sabes, en el funeral un primo me dijo que no tenía nada de lo que arrepentirme, que había hecho todo lo posible, que yo no podía hacer más…

J- Lo sentías así?

– No, no… no le contesté Jorge. Sentía que sólo lo había abrazado de verdad cuando supe que estaba enfermo y que toda aquella mierda tenía muy mala pinta. El miedo a perderlo, fue el puto miedo lo que me empujó a abrazarlo durante horas y horas. Pero ninguno de esos abrazos me devolvía los que ya había perdido y me sentía culpable. Nunca antes le había dicho tantas veces te quiero, a diario, al despertarse, al irse a dormir…

J- Sientes culpabilidad en ese reencuentro?

– No, pensaba que sí pasaría pero nada de eso. Todo lo contrario. Me devuelve el abrazo, tierno y fuerte. Lloramos los dos, pero lloramos y sonreímos… es de locos verdad?  Y después de abrazarme pasaba sus dedos por mis cicatrices…

J- Cicatrices… 

– Pasó sus dedos por las marcas y me miró. Papá ahora son casi invisibles! – me dice. Se curaron amor, se curaron hasta casi desaparecer-le contesté. Por qué no desparecen?- pregunta… por qué alguien me ayudó a aceptar que por más dolor que sintiera no podría volver a estar con vosotros en vida, el dolor no desapareció pero aprendí a hacerlo soportable. Si la cicatriz hubiera desparecido os hubiera olvidado y no hay nada en el mundo que vivo o muerto sea más fuerte que vuestro recuerdo

De nuevo un largo silencio…

– … y me dice que cuando llegue el momento el me enseñará a olvidarlas del todo. Y lo siento…

J-  Me doy cuenta que desde que comenzamos las sesiones es la primera vez que te veo tranquilo

– Justo eso Jorge, tranquilo. Cuando me lo encuentre le explicaré quien me ayudado a curar las cicatrices, le hablaré de ti.

Crees que será así como lo he imaginado?

J- Creo que ya lo has hecho real y que necesitabas superar ese bloqueo y decirle lo que sentías, te lo debías y la culpabilidad no te dejaba. Creo que tenías la necesidad de conectar con tu hijo para hacer de forma serena el camino hacia él y hacia tu mujer.

– Tal vez por eso ella aún no ha aparecido en estos sueños, visiones o lo que sean… tal vez tenia miedo de qué me diría por pensar que no había cumplido mi promesa de cuidar de él cuando ella marchara, por no haber ido antes al médico… 

J- Ahora sientes ese miedo?

– No, es extraño pero no.

J- Y si en lugar de esperar a ver qué te dice ella le dices tú cómo ha sido para ti vivir su pérdida y la de tu hijo?

– Bufff… Le diría

– Perdona… cierra los ojos, respira… conecta con ella y dile, no “dirías”… dile

Y la habló.

.  .  .

La primera vez que lo tuve delante nos miramos. A pesar del metro y medio que nos separaba podía escuchar su respiración y cuando pregunté qué lo había traído hacía mi me dijo “me muero, me muero y no estoy preparado ni para lo que dejo aquí ni para lo que me encontraré allí. Necesito que me ayudes”.

Admiro a cada una de las personas que se sientan delante mío y tienen el valor de escucharse, de reconocerse, de aceptar sus luces y sus sombras, de quitarse capas y máscaras, de buscar lo mejor que cada uno llevamos dentro… pero por encima de todo admiro la enorme fuerza que tienen las personas que sabiendo que su tiempo se acaban deciden hacerlo y dedicar sus últimos días a ellos mismos.

Lo admiro porque yo que he sentido cerca y he tenido miedo a la muerte no sé si tendría ese valor y si sabría gestionarlo como lo hacen ellos. Cuánto tengo que aprender todavía y qué regalo el que me hacen confiando en mi lo que hasta ese momento no lo han hecho antes con nadie.

Sólo comenzar la escucha me ha recordado que si las cicatrices deja huellas imborrables, los abrazos también y que estos cuando son de verdad transcienden a la vida.

Las sesiones enseñan, y también a mi, que las cicatrices no duelen, ninguna. Como todas las heridas necesitan limpiarse, dejarlas secar y cuidar que no curen en falso. Si le dedicas el tiempo necesario se acaba convirtiendo en una línea, tan fina que sólo tú sabes que existe y puedes ver, que te recuerda como te afectó y como fuiste  capaz de transformarla. No hay cura en la vergüenza o en la negación pero sí la encuentras cuando miras la herida, la tocas, la sientes y la entiendes.

Pasas la mano por ellas y sientes que ahí está todo…  “de tus mayores cicatrices nacen tus mayores virtudes” me dijeron una vez. Por eso ahora cuido de hacerlas visibles, por si alguien quiere verla, tocarla y conocerme a través de ellas.

Durante mucho tiempo pensé que no lo hacía bien, que era poco profesional si me dejaba llevar por las emociones. Sesiones como ésta me fueron enseñando que negarlas en mi e intentar poner barreras a las sensaciones que me removían solo me impedía ser yo mismo y que estaba limitando aquello que mucho o poco podría hacer por los demás. Acompañarlos necesariamente suponía aceptarlas y aceptar esa parte de mi.

A veces me han preguntado si para un psicólogo compensa este tipo de procesos donde la muerte ronda y está presente en cada minuto, donde la vida que queda se abre paso entre desesperanza y la necesidad de irte sereno y tranquilo. 

Siempre he respondido lo mismo. 

Absolutamente sí. 

Una y un millón de veces sí.

Jorge Juan García Insua