A veces sucede que un café se convierte en una especie de segunda sesión de cierre, donde no sabes quién hace el cierre a quién y sencillamente te deja ese sabor agradable del tiempo detenido entre sorbos y café.
…
– …Y entonces cuando puse eso en Google me apareciste tú
– Qué supuso para ti que apareciera yo? Seguro que te aparecieron muchos más
– Al ver tu nombre me llamó la atención cómo te presentabas y cómo hablaban de ti. No sé, me transmitías mucha cercanía y familiaridad, me gustó que eso luego se reflejaba en lo que otros valoraban y opinaban. Supongo que necesitaba encontrar eso en alguien para sentirme cómoda y encontrar el valor de venir aquí y sentarme delante tuyo y… bueno, trabajar en mi.
– Para qué era tan importante para ti recibir esas sensaciones de mi perfil?
– Bueno… conectar de alguna forma para estar más segura y dar el paso. sabes, de ahí vi que tenías un blog y entre en él y pensé que debías estar muy loco… Tienes que estar loco para en un blog que sabes que tal vez puedan ver pacientes potenciales tuyos publicar desde material más profesional que encuentro brutal, reflexiones tan particulares como reales y románticas, incluso en poesía! No sé, no es lo que te esperas cuando buscas información de un psicólogo.
– Tal vez no sea un psicólogo al uso. Tal vez soy un psicólogo absolutamente normal y tan sólo estabas condicionada por otros que has conocido antes y creías que respondían a estereotipos
-Eso es muy tuyo! Jaajajaja. Tal vez pero me sorprendió luego como me recibiste, la forma en que te presentaste y como sin darme cuenta empecé a hablar y expliqué cosas que hasta hacía un rato no me veía capaz de expresar ni contar a nadie, ni a mi misma. Llegué hasta tu puerta dudando que por qué iba, qué iba a decirte…
-Aún así hasta aquí llegaste y lo hiciste muy bien.
– No seas modesto conmigo. Me sentía vacía, sabes…. Esa sensación de que lo has dado todo, todo! Y no ha sido suficiente. Sentía que no me quedaba nada dentro… y aquella sensación de vacío me hacía daño. No sabía lo que me pasaba ni qué hacer para volver a ser yo. Y pasé de aquellos días raros de encerrarme y no querer hacer nada, de no sentirme a gusto en ningún sitio ni con nadie… a estar delante tuyo
– Recuerdo muy bien aquella primera sesión
– Y yo. Te imaginaba de otra forma, no sé… qué serías mayor, más “formal”… cuando vi que ibas en camiseta y jeans ajustados no supe si entrar o pensar algo raro!
– Uy… me estás diciendo de una forma amable que no soy un tipo serio, a la porra mi reputación! Me queda el consuelo que por lo que fuera aceptaste mi invitación a entrar.
– (Se ríe) Tenía la experiencia de anteriores psicólogos y aunque lo dejé rápidamente pensaba que siempre sería así… y eso me condicionaba a sentir que aquellas sesiones no me aportaban nada, salía sin nada, sin saber para qué me había servido. Eso era todavía más frustrante y hacía que se sintiera peor
Con uno… sabes… llevábamos sólo unos minutos de sesión y directo me empezó a interrogar por mis padres. Tuve la sensación de que no le importaba lo que yo quería explicar sino que solo le importaba su cuestionario y demostrar que el problema era la relación con mis padres.
– Y qué cambio conmigo?
– Me gustó aquello de que la sesión sería mía, que yo decidiría siempre de lo que querría hablar y trabajar y que tú me ayudarías a relacionar aquello con mis objetivos y con aquello que quería trabajar. Y hablamos de mis padres, buffff! Ya lo creo! Pero me resultó “invasivo”, nunca me sentí incómoda y muchas veces no sabía cómo había acabado llegando a esos temas. Jo! Es que he explicado cosas en sesión contigo que… bufff
– Llegabas cuando tenías que llegar, cuando era el momento para ti y estabas preparada para profundizar en ellos
– Seguro! Y me lo dijiste pero hasta que no lo viví no lo entendí del todo. Era como estar tranquila de que tú controlabas que sucedía o que te explicaba, tú me decía que no, que una sesión a menudo era como un salto sin red pero yo llegaba y sin saber de qué quería hablar… salía solo, me dejaba llevar. Me gustaba cuando me centrabas en algo que acababa de decir y me preguntabas si me apetecía entrar en ese tema o profundizar más en él. Un día al preguntármelo me di cuenta de una puerta que había abierto en aquel momento me daba miedo y te dije que no. No te importó, lo respetaste como si nada y seguimos con la sesión. Eso fue muy importante para mí, me sentí tan y tan segura en aquel momento.
Te acuerdas de aquel día que te llamé para adelantar la sesión? Me dijiste que no y me enfadé!
– Me acuerdo, me acuerdo! Pero te expliqué por qué creía que no debíamos adelantarla
– Ya, pero no era lo que yo quería escuchar. Sentía tan… como tú dices… removida que sentía que una sesión me ayudaría. Y tú vas y me dices que me tengo que remover sola!
– Jajajajaja Venga! Eso seguro que no te lo dije yo
– Bueno, así no pero vamos… que no me adelantabas nada
– Habíamos hablado de lo importante que es aquello que pasa entre sesiones, de lo que aprendes y de lo que interiorizas. A menudo no por hacer más sesiones avanzas más… ni mejor. Y tú estabas en un momento donde tenías las herramientas y sabías ya mucho más de ti de lo que reconocías, sólo que te resultaba más sencillo venir a mi que hacerlo sola. Era lo que habías hecho tantas veces que era tu forma natural de actuar pero el objetivo era precisamente lo contrario. Era tu momento de dejar de ser «víctima» de tu pasado y comenzar a ser «constructora» de tu presente.
-Aquel día te odie
– Ala!! No me lo creo, no fue tanto!
– Bueno… un poquito… es que se te coge cariño
– Gracias! Me vas a sacar los colores
-Luego pensaba en cuánta confianza tenías en que sería capaz
-Absoluta…
– … y cómo el hecho de no adelantarla y pensar en tus palabras me empujó a ponerme en marcha. No te da miedo ese vínculo con tus pacientes?
– Sabes… te confieso algo. Hace unos días un paciente con una sensibilidad especial que empezaba a trabajar conmigo me dijo al finalizar la sesión algo parecido, que al leerme le había parecido que rompía con el tópico que el terapeuta es distante y que esa distancia en todo momento y que yo le había parecido que hasta “rompía” con eso y que le había sorprendido. En positivo, porque también me dijo que esa sensación la había tenido también al conocerme y que había hecho que se sintiera mucho más cómodo y conectado con la sesión y conmigo como persona.
Y creo que eso es algo natural en mi y que no sería yo ni me sentiría cómodo haciéndolo de otra forma. Hubo momentos de mi vida dónde me sentía haciendo un papel, fuera en el trabajo o en otro sitio, actuando o no mostrándome cómo soy realmente un poco por seguir “las normas”, “lo esperado” y sobre todo a raíz de empezar a formarme como Coach eso cambio, lo interioricé, lo trabajé hasta sentirme cómodo en todo momento y ser yo en todo aquello que hago. Y eso incluye los momentos que estoy en terapia. Te reconozco desde el primer instante que no tengo todas las respuestas y que lo más probable es que no sepa casi ninguna pero me comprometo a acompañarte e ir de tu mano en esa búsqueda de preguntas.
Claro que se cuál es mi rol y mi papel en ese momento y que tengo ciertos códigos que debo respetar. Lo sé y sé que son vitales para realmente ayudar a la persona que tengo delante. Pero al mismo tiempo creo que entre paciente y terapeuta se crea un vínculo “sanador” en esa relación basada en el respeto absoluto, en la confianza , en el estar y validar en todo momento lo que siente la persona.
Los pacientes que empiezan un proceso traspasan barreras de pudor, desconfianza y miedo al depositar en el terapeuta toda su esperanza de ser entendidos y ayudados. Este es un privilegio único que todo terapeuta debería poner en un altar. Participar de esta forma tan auténtica en relatos de vida de tantas personas enriquece mi propia vida, crezco con nuevos puntos de vista sobre las relaciones, trastornos y situaciones y estoy seguro que esto beneficia a los pacientes que vienen después.
Creo que la forma en la que me percibes en sesión es lo más cercano a lo que soy y como soy. Y yo que escucho tantas vidas en sesión sé que decir esto es un lujo, porque no siempre ha sido así y en parte tengo la responsabilidad de que así haya sido, tanto cuando pude cambiarlo e irme como cuando no supe hacerlo y me quedé. Aún sintiéndome defraudado y dolido e incluso otros se sintieron así conmigo. Pero si fue así es que tenía que ser así y necesitaba vivirlo para aprender y hacer lo que ahora hago de la forma que hago. Aprendí que yo no quería ser juez de nadie y si acompañante incondicional y esa decisión me ha regalado los últimos años la oportunidad de aprender a estar y ser.
Siempre me ha sorprendido la creencia de que los psicólogo nos formamos y somos algo así para los demás como entes «perfectos» sin problemas, siempre sabedores de todo y de cómo hacer o comportarse. Nada más lejos de la realidad, también somos humanos. Conocer y estudiar el funcionamiento de la mente y la conducta humanas no evita que nuestra vida tenga complicaciones, dificultades, que un día me sienta triste o que otro tenga miedo… No negaré que cuando eso sucede podemos estar más preparados para manejarlo, de alguna forma intervenir y modificar nuestros pensamientos, pero no siempre es eficaz eso de aplicarse la propia medicina.
Al menos a ti te ha ayudado y yo me siento orgulloso de haberlo podido hacer y de poder compartir semanas después de nuestra última sesión confidencias y momentos de crecimiento para ambos.
Gracias por este ratito y déjame que esta vez a estos cafés invite yo.
Jorge Juan García Insua